estudiante
¿Cuántas noches me dormí en tu mirada, en el recuerdo de la risa que nos entraba de repente por las calles de la ciudad gris? A veces tu abuela me decía, cuando me dejabas sola conella, que no creía en nuestro amor. Que no duraría. Había demasiadas diferencias entre nosotros: yo, la chica del Oeste, y tú, el chico del Este. Pero cada vez que volvías y me abrazabas, la miraba porencima de tu hombro y le sonreía, segura de que no tenía razón. Cuando mi padre me hizo subir a la fuerza a ese coche que esperaba debajo de tus ventanas, grité tu nombre, hubiera querido que looyeras. La noche en que las noticias informaron del «incidente» de Kabul que se había cobrado la vida de cuatro periodistas, entre ellos un alemán, supe en ese mismo instante que estaban hablando de ti. Seme heló la sangre. Y en ese restaurante en el que secaba vasos detrás de una vieja barra de madera, me desmayé. El presentador decía que vuestro vehículo había saltado por los aires al pisar una minaolvidada por las tropas soviéticas. Como si el destino hubiera querido alcanzarte, no dejarte jamás ir al encuentro de tu libertad. Los periódicos no precisaban nada más, cuatro víctimas, al mundo lebasta con esa información; qué importa la identidad de los que mueren, qué importan sus vidas, los nombres de aquellos a los que dejan en la ausencia. Pero yo sabía que eras tú el alemán del que...
Regístrate para leer el documento completo.