estudiante
El letrero en el escaparate decía:
MAESTRA DE ESCUELA EN VENTA.
BARATISIMA
Y en letras más pequeñas:
Puede cocinar, coser, y sabe desenvolverse
en el hogax
Al verla, Danby pensó en pupitres, borradores y hojas de otoño; en libros, sueños y risas. El dueño de aquel pequeño almacén de segunda mano la había ataviado con un vestido de alegres colores yunas minúsculas sandalias rojas. Permanecía en una caja colocada en posición vertical en el escaparate, igual que una muñeca de tamaño natural, esperando que alguien la volviese a la vida.
Danby intentó descender de la calle hacia el estacionamiento donde tenía su Baby Buick. Probablemente Laura tenía ya una cena automatizada dispuesta en la mesa y se pondría furiosa si llegaba tarde. Sinembargo, continuó donde se hallaba, alto y delgado, con su juventud aún cercana, refugiada en sus pardos y ávidos ojos, mostrándose débilmente en la suavidad de sus mejillas.
Su inercia le molestó. Había pasado mil veces junto al almacén en su camino desde el estacionamiento a la oficina y viceversa, pero aquélla era la primera vez que se había detenido para mirar el escaparate.
¿Pero no era ésta laprimera vez que el escaparate exponía algo que le interesara?
Danby intentó afrontar la pregunta. ¿Le interesaba una maestra de escuela? No mucho. Sin embargo, Laura precisaba de alguien que le ayudase en las faenas domésticas, mientras no pudieran hacer frente al gasto de una criada automática, y Billy sacaría, sin duda, provecho de algunas lecciones particulares, además de la televisión, ahoraque se aproximaban los exámenes más difíciles...
Su cabello le hizo pensar en la luz del sol de septiembre, y su rostro en un día de septiembre. Una neblina otoñal le envolvió y, de súbito, su inercia le abandonó por completo y empezó a caminar..., pero no en la dirección que había pensado...
-¿Cuánto vale la maestra de escuela de] escaparate? -preguntó.
Antigüedades de todas clases se hallabanesparcidas por el interior del almacén. El dueño era un hombre viejo Y menudo con espeso cabello blanco Y ojos de color del pan de jengibre. Tenía también aspecto de antigüedad.
-¿Le gusta, señor? Es muy hermosa -fulguró ante la Pregunta de Danby.
Danby se sonrojó. -¿Cuánto? -repitió.
-Cuarenta y nueve dólares noventa y cinco centavos, más cinco dólares por la caja.
Danby apenas podía creerlo.Ante la escasez de maestras, lo lógico sería que el Precio aumentara y no disminuyera. Un año antes, cuando' pensó comrar una maestra de tercer grado reconstruida para que ayudase a Billy en su trabajo teleescolar, el precio más bajo que pudo encontrar había sobrepasado los cien dólares. Sin embargo, la habría comprado de no haberle disuadido Laura.
Su mujer nunca había ido a una verdaderaescuela y no lo comprendía.
¡Pero cuarenta y nueve dólares noventa y cinco centavos! ¡y también Podía cocinar y coser! Seguro que Laura no tendría inconveniente...
No lo habría, desde luego, a menos que él le diese oportunidad.
-¿Está..., está en buen estado?
El rostro del dueño se oscureció.
-Ha sido completamente repasada, señor. Nuevas baterías, nuevos motores. Sus cintas magnetofónicas puedenfuncionar otros diez años todavía, y sus memorizadores probablemente durarán siempre. Pase por aquí. La entraré y se la mostraré.
La caja estaba montada sobre ruedas, pero resultaba difícil de manejar. Danby ayudó al viejo a empujarla fuera del escaparate y dentro del almacén. Permanecieron junto a la puerta, donde la luz era más clara.
El viejo retrocedió admirativarnente.
-Quizá soy anticuado-dijo-, pero todavía creo que los telemaestros jamás podrán compararse con los de verdad. Usted fue a una verdadera escuela, ¿no es cierto, señor?
Danby hizo un gesto afirmativo.
-Lo pensé. Es curioso que nunca deje de adv ertirse.
-Póngala en funcionamiento, por favor -rogó Danby.
El activador era un pequeño botón, oculto detrás del lóbulo de la oreja izquierda. El dueño buscó a tientas...
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