estudiante
2Es bien conocido el interéscontemporáneo por revelar una genealogía del sujeto, paralelo al proceso, tantas veces descrito, de su muerte. El paulatino descubrimiento del sujeto como instancia pragmática y discursiva aparece ya de un modo nítido en Montaigne, aunque podríamos retrotraer sus síntomas al menos hasta San Agustín, padre de la Iglesia, quien escribía: «Yo, por mi parte, Señor, trabajo duro en este campo. Y este campo soy yomismo. He llegado a ser un problema para mí mismo, campo de dificultad y de muchos sudores» (San Agustín 1999: 259).
1 «Parece como si hubiera sólo una experiencia del yo moderno, que señala por encima de los límites (...)
3La cita anterior es engañosa, por razones que veremos en seguida, aunque revela bien la calidad de esa mirada hacia dentro, hacia lo que Agustín de Hipona denomina «hombreinterior». En la Ilustración, sin embargo, es cuando esa conciencia adquiere su perfil actual, pues no en vano es en este momento cuando se sientan las bases de eso que llamamos modernidad. La reflexión sobre el sujeto es, en la práctica, autorreflexión, introspección. Habrá que llegar hasta Rousseau para que ese campo de trabajo adquiera toda su problematicidad y, a partir de él, excusado esdecir cómo se va a convertir en el objeto favorito de la gran lírica romántica europea, quizás junto al tema del tiempo, su inevitable compañero. Pues el sujeto se hace, se transforma y se deshace en el tiempo. Ése es el terreno de la autobiografía moderna, que nace con Rousseau, y que plantea a su vez otra dualidad, la que ata vida y escritura1.
4Acaso el punto central que configura elromanticismo y, desde él, la literatura posterior, sea precisamente el lugar que ocupa la conciencia del sujeto, del yo. Se trata de una conciencia conflictiva, tanto por lo que respecta al sujeto mismo y su configuración en el texto como a sus relaciones con la naturaleza. Uno de los postulados románticos de mayor perdurabilidad es el de la identificación absoluta entre sujeto lírico y sujeto empírico, esdecir, entre quien habla en el poema y quien lo escribe. La distancia entre autor y personajes, que se acepta con naturalidad en la novela, se quiebra en cuanto el lector medio percibe un yo en el poema. Salvo en casos como el de los monólogos dramáticos, y aun aquí con matices, ese yo no es identificado como un personaje. El lector no dudará de que el sujeto de la enunciación lírica sea el propioAntonio Machado, o García Lorca, o Espronceda, o Campoamor. La principal consecuencia de esto es que la lírica sería expresión de la verdad biográfica del autor, o simplemente de la verdad, como sugiere el título que escoge Goethe para su autobiografía, Poesía y verdad. Desde entonces, la superación de esa falacia interpretativa ha sido preocupación común de teóricos de la literatura y de poetas,cada uno con sus propios recursos y tácticas discursivas.
2 Véase una detallada exposición de estas cuestiones en Dominique Combe (1999).
5El origen de la identificación nos remite a la relectura por August Wilhelm Schlegel, y posteriormente por Hegel, de la tripartición tradicional de los géneros de acuerdo a las tres personas gramaticales. La expresión del yo sería la propia de la...
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