evangelio
insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate» es el
saludo del ángel a María (Lc 1,28). La visita de María a Isabel hace que
Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto
María proclama: «Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador»
(Lc 1,47). Cuando Jesúscomienza su ministerio, Juan exclama: «Ésta es mi
alegría, que ha llegado a su plenitud» (Jn 3,29). Jesús mismo «se llenó de
alegría en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os
he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
sea plena» (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su
corazón rebosante. Él promete a losdiscípulos: «Estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20). E insiste: «Volveré a
veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría»
(Jn 16,22). Después ellos, al verlo resucitado, «se alegraron» (Jn 20,20). El
libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad
«tomaban el alimento con alegría» (2,46). Por donde losdiscípulos pasaban,
había «una gran alegría» (8,8), y ellos, en medio de la persecución, «se
llenaban de gozo» (13,52). Un eunuco, apenas bautizado, «siguió gozoso su
camino» (8,39), y el carcelero «se alegró con toda su familia por haber
creído en Dios» (16,34). ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de
alegría?
6. Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sinPascua.
Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las
etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se - 5 -
transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace
de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.
Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves
dificultades que tienen quesufrir, pero poco a poco hay que permitir que la
alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme
confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la
paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me
hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su
ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es sufidelidad! […]
Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26).
7. La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos,
como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la
alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica ha logrado
multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar laalegría».2 Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto
en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué
aferrarse. También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en
medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un
corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, esas
alegrías beben en la fuente del amorsiempre más grande de Dios que se
nos manifestó en Jesucristo. No me cansaré de repetir aquellas palabras de
Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida
y, con ello, una orientación decisiva».3
8. Sólogracias a ese encuentro –o reencuentro– con el amor de Dios, que se
convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada
y de la autorreferencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando
somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más
allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está
el manantial de la acción...
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