evangelios

Páginas: 14 (3402 palabras) Publicado: 16 de abril de 2013
La Iglesia Católica reconoce dos fuentes de doctrina revelada: la Biblia y la Tradición. Al presentar aquí en parte una de esas fuentes, hemos procurado, en efecto, que el comentario no sólo ponga cada pasaje en relación con la Biblia misma —mostrando que ella es un mundo de armonía sobrenatural entre sus más diversas partes—, sino también brinde al lector, junto a la cosecha de autorizadosestudiosos modernos, el contenido de esa tradición en documentos pontificios, sentencias y opiniones tomadas de la Patrística e ilustraciones de la Liturgia, que muestran la aplicación y trascendencia que en ella han tenido y tienen muchos textos de la Revelación.

El grande y casi diría insospechado interés que esto despierta en las almas, está explicado en las palabras con que el Cardenal Arzobispode Viena prologa una edición de los Salmos semejante a ésta en sus propósitos, señalando "en los círculos del laicado, y aun entre los jóvenes, un deseo de conocer la fe en su fuente y de vivir de la fuerza de esta fuente por el contacto directo con ella". Por eso, añade, "se ha creado un interés vital por la Sagrada Escritura, ante todo por el Nuevo Testamento, pero también por el Antiguo, y elmovimiento bíblico católico se ha hecho como un río incontenible".

Es que, como ha dicho Pío XII, Dios no es una verdad que haya de encerrarse en el templo, sino la verdad que debe iluminarnos y servirnos de guía en todas las circunstancias de la vida. No ciertamente para ponerlo al servicio de lo material y terreno, como si Cristo fuese un pensador a la manera de los otros, venido paraocuparse de cosas temporales o dar normas de prosperidad mundana, sino, precisamente al revés, para no perder de vista lo sobrenatural en medio de "este siglo malo" (Gál., 1, 4); lo cual no le impide por cierto al Padre dar por añadidura cuantas prosperidades nos convengan, sea en el orden individual o en el colectivo, a los que antes que eso busquen vida eterna.

Un escritor francés refiere en formaimpresionante la lucha que en su infancia conmovía su espíritu cada vez que veía el libro titulado Santa Biblia y recordaba las prevenciones que se le habían hecho acerca de la lectura de ese libro, ora por difícil e impenetrable, ora por peligroso o heterodoxo. "Yo recuerdo, dice, ese drama espiritual contradictorio de quien, al ver una cosa santa, siente que debe buscarla, y por otra parte abrigaun temor indefinido y misterioso de algún mal espíritu escondido allí... Era para mí como si ese libro hubiera sido escrito a un tiempo por el diablo y por Dios. Y aunque esa impresión infantil —que veo es general en casos como el mío— se producía en la subconsciencia, ha sido tan intensa mi desolante duda, que sólo en la madurez de mi vida un largo contacto con la Palabra de Dios ha podidodestruir este monstruoso escándalo que produce el sembrar en la niñez el miedo de nuestro Padre celestial y de su Palabra vivificante".

La meditación, sin palabras de Dios que le den sustancia sobrenatural, se convierte en simple reflexión —autocrítica en que el juez es tan falible como el reo— cuando no termina por derivarse al terreno de la imaginación, cayendo en pura cavilación o devaneo. Maríaguardaba las Palabras repasándolas en su corazón (Lc., 2, 19 y 51): he aquí la mejor definición de lo que es meditar. Y entonces, lejos de ser una divagación propia, es un estudio, una noción, una contemplación que nos une a Dios por su Palabra, que es el Verbo, que es Jesús mismo, la Sabiduría con la cual nos vienen todos los bienes (Sab., 7, 11).

Quien esto hace, pasa con la Biblia las horasmás felices e intensas de su vida. Entonces entiende cómo puede hablarse de meditar día y noche (Salmo, 1, 2) y de orar siempre (Lc., 18, 1), sin cesar (1 Tes., 5, 17); porque en cuanto él permanece en la Palabra, las palabras de Dios comienzan a permanecer en él —que es lo que Jesús quiere para darnos cuanto le pidamos (Juan, 15, 7) y para que conquistemos la libertad del espíritu (Juan, 8,...
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