Ewwe

La batida


Al Malara que rastreaba delante del grupo, se le puso la piel de gallina cuando cesó el agitado piar de los mojinos, de los grajos y de los herrerillos que volteaban por encinas, los madroños y los pinos de puntas afiladas. Los matojos olían como si hubieran sido pisados y se distinguían señales para quien sabía verlas, retamas trenzadas esparcidas aquí y allá. La sensación depeligro se le hizo muy fuerte. De pronto, algo se agitó entre las matas. ¡Un ciervo! Respiró aliviado. Tan solo un venado, Un ejemplar hermoso, de vientre blanco y grandes cuernos puntiagudos. ¡Qué afortunado si estuviera en una montería! Pero no pateaban la sierra por la delicia de cazar ese atardecer de septiembre.
Serían en total una veintena, contando a los guardias civiles, a voluntariosfalangistas y a ellos mismos, los ojeadores, digamos que también voluntarios. De un tipo especial, eso sí, escogidos a dedo, “tú, tú y también tú” entre los mejores cazadores de las aldeas vecinas. Durante semanas se estuvo hablando de organizar una batida. La prensa provincial escribía en titulares consignas sobre la necesidad perentoria, ineludible, de dar un castigo que fuera por una parteedificante y por otra ejemplar. Disparaban barbaridades como ésta: 'Daremos escarmiento definitivo a todos esos bandidos, mamarrachos de mierda, que pululan escondidos en el monte’. La bola se hizo cada vez más grande y había tal algarabía montada que finalmente el Gobernador Provincial de Córdoba se vio en la obligación de poner en marcha una partida. Por este motivo honró por primera vez a la serranía delos Pedroches con su oronda presencia. Hasta el mismísimo Obispo se acercó para despedir a la expedición, repartiendo diestra y generosamente las bendiciones celestiales. El grupo partió, dejando atrás a las Autoridades, a la prensa y a los curiosos congregados. Fue internándose por caminos que, de poco transitados, se convirtieron en veredas, en lo profundo de la sierra, lejos de pueblos y decortijos. Por delante iba siempre el grupo de cazadores, rastreando el terreno. Oscurecía cuando se prepararon para hacer un alto. El Malara era más experto que el Paco. Dijo preocupado:
—Paco, no te adelantes. Más despacio, que esto no me gusta. ¡Que no me gusta esto, Paco! Mira esos piornos entrelazados. Han pasado maquis por aquí. Están cerca. ¡Joder, espera, no te adelantes!
El Paco,ilusionado con la idea de desollar unos conejos para cenar, estaba ajeno al peligro, azuzaba a la perra y tachó al Malara de gallina. Éste se iba quedando atrás. De pronto se detuvo y llamó en un susurro:
—Eh, Paco, he visto un cigarro. No vayas.
Entre la penumbra de unos arbustos lucía una menuda brasa de cigarrillo. El Paco, de espaldas, no oyó el aviso. La mala sombra fue. Sí, esto tuvo queser. El amigo hizo aún un último intento por salvarle. Gritó:
—¡Sal de ahí, he visto un jabalín!
El Paco dio un brinco. Demasiado tarde. Surgieron tres sombras, andrajosas que le agarraron por el cuello y en completo silencio le arrastraron hasta la espesura de los matorrales. El Malara corrió a dar parte a los guardias.
El capitán le escuchó todo el tiempo con la cabeza gacha. Cuandoterminó se rodeó, se arrebujó con la capa y no contestó. No dio órdenes para socorrer al Paco Aquella noche resultó muy larga. Tapando el canto de los grillos oyeron los gritos roncos, apagados del Paco. De puro desgraciado la muerte no le llegaba. Se perdió en algún recoveco del monte áspero, o se entretuvo atareada con tantos hambreados que poblaban portales y caminos en esos tiempos de penurias.Más de uno, acurrucado en la negrura bajo la encina, deseó haber vivido otra época que no ésa tan llena de malquerencias y privaciones. El Paco seguramente estaba pidiendo una muerte rápida. Liberarse de la tenaza del nudo corredizo. Querría que le tiraran por el barranco o le pegaran un tiro. Debe ser terrible desear la llegada no de algo bueno sino acabar con el sufrimiento. De golpe, los gritos...