examen de armas
¡Todos contra el chilango!
Raúl de la Torre
Me sucedió en 1985. Trabajaba para una empresa en el DF, que por la necesidad de elaborar su inventario estatal de bienes; nos envió al personal a cada entidad a realizarlo. Yo fui a Chihuahua.
Ya acabado el trabajo en esa ciudad, quise conocer Ojinaga, por el poblado mismo, y por atravesar el ríoConchos, que nunca había visto. Así lo hice, y tuve ilustrativos encuentros con gente de la localidad, que me permitieron intuir algo del estilo de vida ahí.
Pero al regresar hacia la capital del estado, me esperaba una desagradable –incomprensible- experiencia. Comenzó al descender del autobús en Coyamé, una mujer que había sido mi compañera de asiento; y con quien había compartido una afableplática, sobre la vida y costumbres de su pueblo.
No bien descendió la mujer, cuando los pasajeros de al lado –que venían silenciosos- comenzaron a recriminar audiblemente, la presencia de “chilangos” en su estado. “Altaneros, corruptos” era el calificativo más indulgente para ellos. (A mí no me afectaba su plática; pues soy defeño, e ignoro lo que la palabra “chilango” signifique; pero no encajo ahí).Con los minutos, el tono de voz se agravó, y otros pasajeros se sumaron airados al ya de hecho “mitin” de protesta. Comprendí entonces que la denostación iba dirigida contra mí, pues de los cinco viajantes, era yo el único excluido del mismo.
Hombres y mujeres reivindicaban castigar desde la descortesía, hasta alguna violación de manos de “chilangos” en la zona; y en medio de tal clima delinchamiento, ¡el reo era precisamente yo!
Comencé entonces a temer, ante una situación nunca antes –ni después- vivida por mí. Pero no dije ni hice nada, que pudiera dar pie a una latente agresión. Sólo me bajé del autobús, en una parada que –providencialmente- hizo antes de la capital del estado. Y ya abajo, respiré profundo.
Estamp(ill)as de la patria
Por el Tepito de hace 50 añosRaúl de la Torre
Fue por 1958, en una vivienda de adobe, de las 20 que alojaba la vecindad de barrio en el DF.
Convivían ahí –a cual más pobre-, las niños de esa casa, hijas de una vendedora de quesadillas; con sus amiguitos, hijos del sastre y la sirvienta de la vivienda vecina.
Estos últimos las visitaban después que la quesadillera terminaba su venta, para ser obsequiados con los–exquisitos- sobrantes de la misma.
Pero esa noche nada había sobrado, y las niñas se sentían de cualquier forma, obligadas a compartir con sus vecinitos (en un sistema de ayuda mutua natural en dicho ámbito).
Así que la hermana grande sacó de algún lado un bolillo duro, y comenzó a repartirlo, como pan eucarístico. Trozándolo en partes iguales, los iba asignando: “un cacho para Leti, unopara Leonor, uno para Raúl…”
Dos Méxicos se encuentran
Raúl de la Torre
Era un grupo de jóvenes universitarios, contratados en 1970 por el entonces Fondo Nacional de Fomento Ejidal; fideicomiso destinado a instalar “agroindustrias” para transformar in situ los recursos naturales del campo.
Eran jóvenes que, aún latente en ellos la gesta de 1968, asumían suempleo no sólo como tal, sino a manera de redención social; por lo que trabajaban a deshoras, en largos desplazamientos, y durmiendo a veces entre los campesinos.
Ese día no era excepción. Radicados en la ciudad de Puebla, visitarían un ejido poseedor de reservas de barbasco –planta utilizable con fines farmacéuticos-, a fin de conocer dicha existencia, y proyectar la instalación de laagroindustria respectiva.
Dejaron Necaxa atrás en la camioneta, disfrutando el paisaje de alta montaña que les infundía salud y plenitud de ánimo, para buscar kilómetros adelante, la brecha poco visible por donde habrían de descender para llegar a la comunidad indicada.
Media hora después hallaron el sendero, y descendieron con la camioneta hasta el arroyo donde concluía. A partir de ahí, subir a pie...
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