Experiencia Cristiana y Vida De La Gracia

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
ÁREA DE TEOLOGÍA DE LOS SACRAMENTOS
ESTUDIANTE: MEDARDO JOSÉ ALVARADO GÓMEZ
DOCENTE: ISABEL CORPAS DE POSADA
BOGOTÁ, 03 DE JUNIO DE 2009

RELACIÓN ENTRE LA EXPERIENCIA CRISTIANA O VIDA DE LA GRACIA Y EL LENGUAJE SACRAMENTAL ECLESIAL EN EL QUE DICHA EXPERIENCIA SE INTERPRETA Y EXPRESA

“Con Cristo estoy crucificado; y ya no vivo yo,sino que Cristo vive en mí.
Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios
que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gal 3, 19 - 20

Esta expresión del Apóstol Pablo en la carta que dirige a la comunidad de Galacia, pone en evidencia algo que los primeros cristianos –los Padres de la Iglesia, inclusive– sabían perfectamente, pero que el desarrollo histórico de la teología olvidó ysólo vino a recordar recientemente: el cristianismo no es un compendio de doctrinas, sino una forma de ser en el mundo, fruto del encuentro con una persona: Jesucristo, a quien se reconoce como la plenitud de la autorevelación histórica de Dios y cuyo conocimiento conduce a una transformación óntica del sujeto, configurándose, de este modo, con Cristo.

Ahora bien, si como se ha dicho, el encuentrocon Cristo lo que produce es una transformación óntica del sujeto, no podemos hablar de un cristianismo partiendo de una antropología dualista –tal y como ocurrió desde los años de expansión de “la nueva religión” hasta los albores del s. XX–. La manera de comprender al ser humano más compatible con el sentido profundo del mensaje de Jesús, es hacerlo desde una concepción integral, en la que 1)cuerpo y espíritu no son vistos como partes distintas articuladas en una simple estructura, sino como dos dimensiones inseparables de un mismo ente; y 2) las realidades históricas, sociales y culturales, al igual que las experiencias personales, son asumidas como parte estructurante de la personalidad y, en consecuencia, presupuestos innegociables para comprender la relaciónhombre/mujer–otro–trascendencia. En últimas, no podemos desconocer que “la comprensión de mundo y de uno mismo está mediada por las circunstancias propias de cada quien”[1] y que la persona humana realiza su fin último a través de los fines secundarios que le propone y exige su existencia temporal: es en el mundo visible donde la vocación del bautizado tiene lugar.

Es precisamente esta concepción integral de lapersona –que la asume como “ser concreto, situado, histórico, en relación con el mundo y con los otros, que se transforma al transformar el mundo, que se realiza en relación con los otros; un ser libre, en proceso de hacerse, abierto a la trascendencia… original e irrepetible; que existe como varón o como mujer… que se hace preguntas y busca incansablemente explicaciones para sus actos y para el mundoen que vive; que piensa, que siente, que ama.”[2]– lo que ha llevado a la reflexión filosófico–teológica de hoy en día a proponer una “nueva” interpretación del ser humano como creador de significaciones, de discursos, de símbolos. De hecho, las corrientes filosóficas más influyentes de la actualidad coinciden en afirmar que el concepto “mundo” designa esencialmente una red de sentidos ysignificaciones, de los que la cultura es su marco más amplio, su “universo de captación y expresión”. Así las cosas, la cultura, concebida como “el conjunto trabado de maneras de pensar, de sentir y de obrar más o menos formalizadas, que, aprendidas y compartidas por una pluralidad de personas, sirven de un modo objetivo y simbólico, a la vez, para constituir a esas personas en una colectividadparticular y distinta.”[3] se convierte no solo en la herramienta propia para entender al ser humano, sino aquello que lo convierte en humano; es la forma como el hombre/la mujer se relaciona con la naturaleza y con los demás, porque, en últimas, “abarca todo pensar y saber, hacer y obrar de la persona”[4].

Ahora bien, el universo semántico que conforma la cultura supone la posibilidad de...