FABULA EL PASTOR MENTIROSO

Páginas: 16 (3934 palabras) Publicado: 8 de julio de 2015
FABULA EL PASTOR MENTIROSO

Estaba un pastor de ovejas junto con su rebaño, el cual comenzó a gritar con todas sus fuerzas: "¡Auxilio! ¡Auxilio! El lobo viene por mis ovejas". El pueblo, dejando a un lado todos sus quehaceres, acuden al llamado del joven, para darse cuenta que no es mas que una chanza pesada.



El joven vuelve a hacerlo una segunda vez, y temiendo el pueblo, volvió. Sinembargo, nuevamente no era mas que una burla. Luego gritó de nuevo, siendo esta vez verdad que el lobo estaba atacando, sin embargo el pueblo no creyó en sus gritos, por lo que la fiera terminó devorándose el rebaño.

Moraleja: Mentimos y mentimos, y perdemos la confianza que los demás tienen en nosotros. Cuando digamos la verdad, no nos creerán.






EPISTOLA MANUEL Y MARIA
Manuel enciende uncigarrillo con la mano derecha mientras guarda la izquierda en el bolsillo del abrigo y sumerge la cabeza en la bufanda de lana gris hasta casi pegar las orejas, ateridas, a la base de los hombros. No ha dejado de nevar en todo el día, y la acera en la que permanece inmóvil, apenas protegido bajo la balconada del primer piso, acumula ya más de una cuarta de nieve que se ha ido congelando con la llegada dela noche. Antes de conocer a María, se habría reído de una situación como esta, por inverosímil y ridícula casi la habría considerado como uno de esos sueños pesados, fruto de digestiones a medio terminar, como los que le acompañaban después de cualquiera de las fiestas que montaba en el apartamento, pero desde que ella se vino a vivir con él las costumbres de Manuel son muy distintas. Y éltambién.
Por la acera de enfrente caminan a paso ligero dos individuos de estatura mediana y complexión fuerte, casi gordos comparados con la extrema delgadez que observa Manuel a diario en el espejo del baño. Hace meses que se acabaron en su dieta los fritos y los platos precocinados —María ni siquiera le permite una cerveza con las comidas—; el mismo día en que ella llegó desaparecieron de la puerta dela nevera los imanes con teléfonos de pizzas, hamburguesas y comida china a domicilio.
Manuel se desplaza despacio, arrastra la espalda contra la pared del edificio, hasta abandonar el halo de luz que proyecta la farola sobre la nieve; esconde el cigarrillo tras la palma de la mano y adopta una pose inmóvil y tensa, mientras los dos extraños, que no parecen haberse percatado de su presencia,continúan examinando con más prisa que disimulo el interior de los coches aparcados a lo largo de la calle. En una mecánica casi ensayada, el primero de ellos, algo más corpulento y embutido casi a presión en una cazadora de cuero negro, se planta junto a la puerta del copiloto y simula encender un cigarrillo mientras el otro, con una pequeña linterna de luz azul apenas apreciable desde la otra acera,busca ese monedero olvidado que logre arreglarles la noche.
Manuel jamás fue capaz de robar ni una mísera chocolatina en la tienda de chuches de doña Catalina, mientras sus amigos salían con los bolsillos a rebosar de bolsas de pipas, emanems y palos de regaliz embadurnados en azúcar. Tan solo lo intentó una vez, forzado por los demás bajo la amenaza de excluirle de la pandilla, y el sudor leempapó entonces la camiseta de tirantes igual que ahora le corre a chorros por la mano helada que aún oculta el cigarrillo. Ese mismo sudor, acompañado de temblores propios de un anciano y de un tartamudeo rayano en el ridículo, es el que aparece con cada bronca de María. Y como cada vez que lo intenta con ella, tampoco ahora puede contenerse ante la proximidad de los extraños, que están ya frente aél, parados —paradojas de la vida— en la puerta de su coche, del de María en realidad porque él ya nunca conduce cuando van juntos, decidiendo si merece o no la pena desvalijarlo.
Haz algo, Manuel, por amor de Dios, haz algo —se repite en silencio, como siempre le dice ella. Tiene que pensar deprisa pero las ideas se amontonan y el tiempo parece detenido. Y como tantas veces antes — en el patio...
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