Fabulas
EL RATÓN PÉREZ
Antes de que llegaran los españoles nadie conocía al Ratón Pérez. De repente, el nombre de este animalito, venido al Nuevo Mundo en la cocina de un galeón, irrumpió en la popularidad y pronto fue conocido por amos, siervos y esclavos. Para lograrlo, el Ratón Pérez se inventó una fórmula que hastalos virreyes tildaron de sagaz. Adquirió la costumbre de dejar una piecita de plata a los niños sobre el techo de las casas a cambio de dientecitos de leche. Así, desde comienzos de la Colonia, los niños se dejaron sacar los dientes sin problema.
Aún embadurnados de sangre fresca y amarrados a un hilito de coser, las madres los tiraban al techo al conjuro de una oración que recitaban con fe:"Ratoncito, ratoncito, ahí te va este dientecito y devuélveme un pesito". El Ratón Pérez no se hacía esperar. Al otro día aparecía el diente amarrado a la piecita de plata o envuelto en una hoja de papel-moneda por idéntico valor.
Muchos niños de los tiempos viejos pudieron empezar sus ahorros con el dinero que les dejaba el Ratón. Iniciada la dentición definitiva, los más juiciososrompían las alcancías ante el júbilo de la familia y alcanzaban a comprar con lo ahorrado un par de zapatos nuevos o el vestido de la Primera Comunión.
Con la Independencia, los tiempos empezaron a cambiar y la vida encareció de repente. Entonces, el Ratón Pérez tuvo que proceder a pagar mejor los dientecitos. Pasaron la Patria Boba, las guerras civiles, los regímenes de facto, la primera,la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta violencias; y también pasó la dictadura. Hasta que, por los años del Frente Nacional, los niños recibían ya, cinco pesos nuevos por cada dientecito.
DAVID SANCHEZ JULIAO 2
CUCARACHITA MARTÍNEZ
Cucarachita Martínez se encontró un día cinco centavos tirados en la grama mientras caminaba por el parque.
--¿Qué hago con ellos? --se preguntó--.Para comprar un aparato de radio no me alcanzan, para comprar un televisor tampoco, para una nevera tampoco, para comprar una estufa tampoco, para un juego de comedor tampoco, y para un juego de alcoba... menos. ¿Qué hago con ellos?
Luego de mucho pensarlo, decidió caminar hasta un almacén de ventas a crédito y preguntar por los precios. Sacó bien las cuentas y vio que los cinco centavos lealcanzaban para la cuota inicial de todo lo que quería. De modo que compró radio, televisor, nevera, estufa, juego de alcoba y juego de comedor.
Hoy, Cucarachita Martínez trabaja dieciocho horas al día, medio tiempo sábados y domingos, toma pepas para dormir y sufre ataques de histeria el nueve de cada mes, víspera del pago de la enorme cuota en el almacén. Y por las noches, entre sábanas yalmohadas, sueña con la falsa felicidad de ganarse la lotería o con la plácida añoranza de los días anteriores a los cinco centavos.
En todo caso, el consenso de los vecinos es que Cucarachita Martínez, al igual que sus colegas en todo el mundo, está muy bien pero está muy mal.
JEAN DE LAFONTAINE 1
EL MAESTRO Y EL NIÑO
En esta fábula intento demostrar la presunción vana de un necio:right000Cuando estaba jugando a las orillas del Sena, un niño cayó al agua, mas por gracia divina se hallaba allí un sauce con cuyas ramas se salvó el pequeño. Pasó por allí un maestro de poco entendimiento, y el infante gritó:
-- ¡ Auxilio que me ahogo !
Ante dichos gritos, el maestro se volvió, e imprudentemente y fuera de situación, empezó a sermonear al infante:
-- ¡ Mira qué travieso, a dónde leha llevado su locura !¡ Gasta tus horas cuidando esta clase de prole !¡ Desdichados padres, pobre de ellos velando a todo momento por esta turba inmanejable ! ¡ Cuánto deben padecer, y cómo lamento su destino !
Después de tanto hablar, saco al niño de las aguas.
Censuro aquí a muchos más de lo que se imaginan. Habladores y criticones y pedantes pueden reflejarse en el escrito anterior; cada...
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