Falacia
Falacia es un término esquivo, pero vital. Esquivo porque no hay unanimidad en su definición, en los criterios para distinguir su funcionamiento yevaluación, tampoco en las especies que abarca, esto es, en una clasificación taxativa de sus posibles tipos. Vital porque, en las esferas de dominio de lo cotidiano, loshablantes acusan recibo de ciertos movimientos dialógicos considerados injustos porque, por ejemplo, evitan el peso de la prueba, caen en descalificaciones personales osimplemente los someten a irritantes auto balanzas que, sin justificación, su interlocutor emplea como herramienta para enfatizar sus a veces inexistentes virtudes.Este manto de ambigüedad que cubre tanto al esfuerzo académico como a los usuarios de lenguaje natural, que muestran claras señales de indecisión a la hora de condenarestas prácticas y erradicarlas de las culturas discursivas, es motivo suficiente para ingresar a la arena y montar el libro que aquí se ofrece. Aceptemos, también deentrada, que la reflexión en torno al problema de las falacias desde una perspectiva contemporánea ha sido escasa en la academia hispanohablante y en particulares, enAmérica Latina.
¿Cuáles son los componentes de esta perspectiva contemporánea? Una pregunta tan amplia no podría tener una respuesta tan exacta, pues aun los trabajosy las investigaciones están en pleno desarrollo, pero se pueden nombrar algunos que en cualquier cuenta del estado del arte no podrían faltar. Quizá el de mayorimportancia es el estudio del fenómeno con parámetros independientes de los criterios lógicos formales de validez para catalogar ciertos movimientos como falaces.
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