Familia Iriarte

Páginas: 11 (2675 palabras) Publicado: 21 de mayo de 2013
Mario Benedetti
(1920- )


LA FAMILIA IRIARTE
(Montevideanos, 1959)

Había cinco familias que llamaban al Jefe. En la guardia de la mañana yo estaba siempre a cargo del teléfono y conocía de memoria las cinco voces. Todos estábamos enterados de que cada familia era un programa y a veces cotejábamos nuestras sospechas.
Para mí, por ejemplo, la familia Calvo era gordita, arremetedora, conla pintura siempre más ancha que el labio; la familia Ruiz, una pituca sin calidad, de mechón sobre el ojo; la familia Durán, una flaca intelectual, del tipo fatigado y sin prejuicios; la familia Salgado, una hembra de labio grueeo, de esas que convencen a puro sexo. Pero la única que tenía voz de mujer ideal era la familia Iriarte. Ni gorda ni flaca, con las curvas sufi­cientes para bendecir eldon del tacto que nos da Natura; ni demasiado terca ni demasiado dócil, una verdadera mujer, eso es: un carácter. Así la imaginaba. Conocía su risa franca y contagiosa y desde allí inventaba su gesto. Conocía sus silencios y sobre ellos creaba sus ojos. Negros, melancólicos. Conocía su tono amable, acogedor, y desde allí inventaba su ternura.
Con respecto a las otras familias habíadiscrepancias. Para Elizalde, por ejemplo, la Salgado era una petisa sin pretensiones; para Rossi, la Calvo era una pasa de uva; la Ruiz, una veterana más para Correa. Pero en cuanto a la familia Iriarte, todos coincidíamos en que era divina, más aún, todos habíamos construido casi la misma imagen a partir de su voz. Estábamos seguros de que si un día llegaba a abrir la puerta de la oficina y simple­mentesonreía, aunque no pronunciase palabra, igual la íbamos a reconocer a coro, porque todos habíamos creado la misma sonrisa inconfundible.
El Jefe, que era un tipo relativamente indiscreto en cuanto se refería a los asuntos confidenciales que rozaban la oficina, pasaba a ser una tumba de discreción y de reserva en lo que concernía a las cinco familias. En esa zona, nuestros diálogos con él eran deun laconismo desalentador. Nos li­mitábamos a atender la llamada, a apretar el botón para que la chicharra sonase en su despacho y a comunicarle, por ejemplo: “Familia Salgado”. El decía sencillamente “Pásemela” o “Dígale que no estoy” o “Que llame dentro de una hora”. Nunca un comentario, ni siquiera una broma. Y eso que sabía que éramos de confianza.
Yo no podía explicarme por qué la familiaIriarte era, de las cinco, la que lo llamaba con menos frecuencia, a veces cada quince días. Claro que en esas ocasiones la luz roja que indicaba “ocupado” no se apagaba por lo menos durante un cuarto de hora. Cuánto hubiera representado para mí escuchar durante quince minutos seguidos aquella vocecita tan tierna, tan graciosa, tan segura.
Una vez me animé a decir algo, no recuerdo qué, y ella mecontestó algo, no recuerdo qué. ¡Qué día! Desde entonces acaricié la esperanza de hablar un poquito con ella, más aún, de que ella también reconociese mi voz tal como yo reconocía la suya. Una mañana tuve la ocurrencia de decir: “¿Podría esperar un instante hasta que consiga comunicación?”, y ella me contestó: “Como no, siempre que usted me haga amable la espera”. Reconozco que ese día estabamedio tarado, porque sólo pude hablarle del tiempo, del trabajo y de un proyectado cambio de horario. Pero en otra ocasión me hice de valor y conversamos sobre temas generales, aunque con significados par­ticulares. Desde entonces ella reconocía mí voz y me saludaba con un “¿Qué tal, secretario?”, que me aflojaba por completo.

*

Unos meses después de esa variante me fui de vacaciones al Este.Desde hacía varios años, mis vacaciones en el Este habían constituido mí esperanza más firme desde un punto de vista sentimental. Siempre pensé que en una de esas licencias iba a encontrar a la muchacha en quien personificar mis sueños privados y a quien destinar mí ternura latente. Porque yo soy definidamente un sentimental. A veces me lo reprocho, me digo que hoy en día vale más ser egoísta y...
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