familias delincuentes
Vol. VII agosto-diciembre 2011
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temor a los predadores, las concentraciones de testosterona o la desintegración de la familia y la sociedad. Lo que hay en común es unasociedad permisiva con valores que consienten y favorecen —aunque sea tácitamente—, la violencia como forma natural y aceptable de conducta para alcanzar objetivos personales, políticos o económicos.
Puedeque exista una fuerte predeterminación biológica, pero el comportamiento violento esencial es tan aprendido como los prejuicios, el odio, la compasión o la responsabilidad. Aun entre los niños máspequeños se observa una leve conducta violenta de carácter limitado, pero por medio de la socialización y el control progresivo de los impulsos el niño se desarrolla moralmente hasta comprender ladiferencia entre el bien y el mal y los valores aprobados por la sociedad.
Otra influencia poderosa sobre la mente joven es la de los medios de comunicación y entrenamiento, en los que el deseo de lucroha determinado que prime el voyeurismo de la violencia. Es muy difícil, si no imposible, controlar la exposición de los niños a las rápidas y numerosas escenas de violencia que aparecen día tras día enlas pantallas de televisión, se evocan en la música popular y se ilustran con todo lujo de detalles en las tiras cómicas y los juegos de vídeo. El niño promedio llegará a adulto después de haberpresenciado miles de actos violentos y asesinatos en esos medios. La repetición no solo avala ese comportamiento sino que disminuye la capacidad de las imágenes para perturbar y horrorizar. Lo más naturales que ello resulte en el comportamiento autoprotector de desensibilizarse y sentir indiferencia hacia el sufrimiento y la muerte e incapacidad para apreciar los finos matices de la moralidad, losvalores sociales, la verdad y la empatía por los demás. La conducta violenta se convierte en una forma aceptable de vengarse, obtener respeto y la propiedad ajena, concluir las disputas y expresar las...
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