fang
Una tormenta que se iba aproximando por el horizonte (la causa del corte de energía) relampagueaba cada vez más cerca. Hacíacalor y el aire estaba cargado de humedad.
El patio pasaba de estar completamente oscuro a estar iluminado fugaz y pobremente por los relámpagos todavía lejandos. En un rincón de éste, donde había un banco, se juntaron cinco trabajadores. Impresionado por el espectáculo de luces y sombras que ofrecía la naturaleza allá arriba, a uno de ellos se le ocurrió narrar cuentos de terror. A su historiasiguió la de otro, y así todos fueron contando algo, hasta que le llegó el turno a Mariano, que era un veterano de esos que hablan haciendo pausas largas que atrapan la atención:
- Si quieren llámenlo cuento -empezó a decir Mariano-, pero es algo real, créanlo o no.
Pasó hace muchos años, cuando yo era muy joven. Un día gris y frío como pocos, caminaba junto a dos compañeros por un caminodesolado; íbamos rumbo a una cosecha de naranjas. Francisco y Pedro, se llamaban mis compañeros, se llaman, mejor dicho, porque ninguno ha muerto. Desde que tomamos aquel camino no habíamos visto a nadie, sólo había bosques de eucalipto en aquella zona, de un lado y del otro del camino. De repente vimos a la vez que un hombre se levantó en un costado del camino, quedó sentado y sonrió mientras nosmiraba con unos ojos penetrantes. Saludamos, como es costumbre en el camino. y nos saludó también. Se puso de pie y se unió a nosotros. Era alto, pálido, y dijo que se llamaba Gabino. Enseguida preguntó hacia dónde íbamos. Tuve la intención de inventarle algo, porque la mirada del tipo era la clásica mirada de loco que se dice a veces. Pero Pedro se adelantó y le dijo que íbamos rumbo a una cosecha.Como sospeché, él dijo ir también rumbo a la misma cosecha.
Él andaba con lo que tenía puesto, que no era mucho para el frío que hacía. Qué peón se larga al camino así, sin nada, por pobre que sea. Aquello era raro.
Como caminaba junto nosotros no podíamos decir nada, pero por la mirada adiviné que Francisco pensaba como yo, y que Pedro se había arrepentido de haberle contado hacia dóndeíbamos.
Probablemente otros le hubieran dicho que se fuera o algo así, porque les aseguro, la cara, la mirada de tipo era terrible, pero como a ninguno nos gustaban los problemas y no iba con nosotros ser prepotentes (si teníamos que defendernos era otra cosa), seguimos el camino con él al lado.
Me preocupaba un poco (después supe que a los otros también) la idea de acampar y pasar la noche junto altipo.
Ya no le quedaba mucho al día. Nos apuramos para llegar a un caserío abandonado que era donde pensábamos pasar la noche.
- Nosotros vamos a parar ahí -le dije al tipo, con la esperanza de que siguiera su camino.
- Bueno, los acompaño -nos dijo sonriendo.
Entonces intuí, aunque el tal Gabino había hablado poco, que era alguien bastante inteligente, y no un ignorante o retardado caídoen desgracia. Qué era exactamente, no lo sabía, pero ya no sentía que fuera digno de respeto.
- Usted espere aquí -le dije-. Casas donde quedarse hay varias. Voy a hablar con mis amigos a ver si se queda en la que elijamos. Usted espere aquí.
- Ni que fueras el dueño de las casas -comentó.
En ese momento no quise darle la espalda, esperé alguna reacción, pero giró y quedó mirando hacia lacalle. Mis compañeros se habían acercado a la casa.
- Quiere quedarse con nosotros -les dije-. No me inspira ninguna confianza, parece que es medio atrevido.
- A mí tampoco -opinó Franco-, pero aunque no lo dejemos entrar, quién le impide que ande rondando por acá, planeando quién sabe qué. Adentro lo podemos tener vigilado. Somos tres y estamos armados, y él parece que anda sin nada.
En...
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