fantasma
Oscar Wilde
EL FANTASMA DE CANTERVILLE
CAPÍTULO I
Cuando míster Hiram B. Otis, ministro de los Estados Unidos de América, compró Canterville Chase, todo el mundo le dijo que cometía una gran locura, porque la finca estaba embrujada.
Hasta el mismo lord Canterville, como hombre de la más escrupulosa honradez, se creyó en el deber de
participárselo a místerOtis, cuando llegaron a discutir las condiciones.
-Nosotros mismos -dijo lord Canterville- nos hemos resistido en absoluto a vivir en ese sitio desde la
época en que mi tía abuela, la duquesa de Bolton, tuvo un ataque de nervios, del que nunca se repuso por
completo, motivado por el espanto que experimentó al sentir que las manos de un esqueleto se posaban
sobre sus hombros, estandovistiéndose para cenar. Me creo en el deber de decirle, míster Otis, que el fantasma ha sido visto por varios miembros de mi familia, que viven actualmente; así como por el rector de la
parroquia, el reverendo Augusto Dampier, agregado del King's College de Oxford. Después del trágico
accidente ocurrido a la duquesa, ninguna de las doncellas quiso quedarse en casa, y lady Canterville no
pudo ya conciliarel sueño a causa de los ruidos misteriosos que llegaban del corredor y de la biblioteca.
-Milord -respondió el ministro-, también me quedaré con los muebles y el fantasma bajo inventario. Llego de un país moderno, en el que podemos tener todo cuanto el dinero es capaz de proporcionar, y esos
mozos nuestros, jóvenes y turbulentos, que recorren el Viejo Continente escandalizándolo, que se llevanlos
mejores actores de ustedes, y sus mejores prima donnas, estoy seguro de que si queda todavía un verdadero
fantasma en Europa, vendrán a buscarlo en seguida para colocarle en uno de nuestros museos públicos o
para pasearle por los caminos como un fenómeno.
-El fantasma existe; me lo temo -dijo lord Canterville, sonriendo-, aunque quizá se resista a las ofertas de
sus intrépidos empresarios.Hace más de tres siglos que se le conoce. Data, con precisión, de 1574, y nunca
deja de mostrarse cuando está a punto de ocurrir alguna defunción en la familia.
-¡Bah! Los médicos de cabecera hacen lo mismo, lord Canterville. Amigo mío, un fantasma no puede
existir y no creo que las leyes de la Naturaleza admitan excepciones en favor de la aristocracia inglesa.
-Realmente -dijo lordCanterville, que no acababa de comprender la última observación de míster Otis-,
ustedes son muy sencillos en América. Ahora bien, si le gusta a usted tener un fantasma en casa, mejor que
mejor. Acuérdese únicamente que yo le previne.
Algunas semanas después se cerró el trato, y a fines de la estación el ministro y su familia emprendieron
el viaje hacia Canterville Chase.
La señora Otis, que con elnombre de miss Lucrecía R. Táppan, de la calle West 53, había sido una célebre beldad de Nueva York, era todavía una mujer muy bella, de edad regular, con unos ojos hermosos y un
perfil magnífico.
Muchas damas americanas, cuando abandonan su país natal, adoptan aires de persona atacada de una enfermedad crónica y se figuran que eso es uno de los sellos de distinción europea; pero la señora Otis nocayó nunca en ese error.
Tenía una naturaleza espléndida y una abundancia extraordinaria de vitalidad.
A decir verdad, era completamente inglesa en muchos aspectos y era un ejemplo excelente para sostener
la tesis de que lo tenemos todo en común con América hoy día excepto la lengua, como es de suponer. Su
hijo mayor, bautizado con el nombre de Washington por sus padres, en un momento depatriotismo que él
no cesaba de lamentar, era un muchacho rubio, de bastante buena figura, que había logrado que se le considerase candidato a la diplomacia, dirigiendo al grupo alemán en los festivales del casino de Newport durante tres temporadas seguidas, y aun en Londres pasaba por ser un bailarín excepcional.
Sus únicas debilidades eran las gardenias y la nobleza; aparte de eso, era...
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