Fatima
La ambiciosa operación de acomodar la vida de los pobres musulmanes a los usos y costumbres occidentales sigue su curso en todoslos frentes de lucha. El militar ya sabemos cómo va (relativamente, claro), pero en el cultural también se toman iniciativas espectaculares. Estos últimos días hemos sabido de dos de ellas. Una es elanuncio por parte del rey de Marruecos sobre una paulatina reforma legal que garantice una cierta igualdad de las mujeres con los hombres en aquel país norteafricano. Y otra, la concesión del PremioNobel de la Paz (el más político de esos galardones) a una abogada, Shrin Evadi, en reconocimiento por su labor en defensa de los derechos de las mujeres y de los niños en la República Islámica de Irán.La intencionalidad última del jurado que se lo otorgó es bien explícita porque el propio presidente de ese organismo dijo que “se trataba de un mensaje para el pueblo iraní, para el mundo islámico ypor descontado para todo el mundo”. ¿Y qué mensaje es ese?, habría que preguntarse. Yo, desde luego, no lo tengo muy claro.
Dudo bastante que los varones occidentales podamos presumir dequerer y respetar más y mejor a nuestras mujeres y a nuestros hijos de lo que lo hacen los orientales. Y tampoco creo que haya una cultura moralmente superior a cualquier otra, aunque su eficienciaeconómica no sea comparable. Se trata de un asunto que da para más de un artículo y para más de un libro.
Es indudable que un buen número de mujeres ha conseguido, en algunos países occidentales, unascotas de independencia económica y social equiparables a las del hombre, pero hay todavía amplias capas de marginación y discriminaciones salariales. Además del fomento espectacular de lacomercialización de la imagen erótica de la mujer y del auge imparable de la prostitución esclavista. O del turismo sexual que “victima” tanto a mujeres como a niños.
Hablar del buen trato a la mujer...
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