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México, noviembre de 1980. Coco Manto me llamó para decirme que los compatriotas exiliados habían logrado la concesión del auditorio de la Universidad Autónoma de México (UNAM) para hacer un homenajea Marcelo Quiroga Santa Cruz, y que yo debía ir al DF para cantar la canción Cristina. Viajé seis horas para llegar a la magnífica Universidad. En el escenario central de la UNAM, con la miradaserena de sus ojos húmedos, estaba Cristina Quiroga Santa Cruz, junto al gigante de la literatura mexicana: Juan Rulfo.

Después de varios discursos y como participación central, el anunciador presentóal autor de Pedro Páramo. Rulfo se incorporó rumbo al micrófono; mientras buscaba sus lentes, todos notamos que los había olvidado. A tiempo de guardar el papel que no podía leer, dijo: “Conocí aMarcelo Quiroga Santa Cruz en un encuentro de escritores en Santiago de Chile. Por su conversación y su palabra clara, percibí en él un talento innato. En esa ocasión, Marcelo me preguntó: —Qué deberíamoshacer los escritores para evitar tantos golpes de Estado militares en América Latina; y yo le respondí: —‘No hay general que resista un cañonazo de 50 mil pesos’. Claro que aquí y en este gobierno deLópez Portillo ahora se los dan por millones para mantenerlos tranquilos”. El auditorio estalló en aplausos. Al día siguiente, todos los periódicos mostraban en portada el discurso del entrañable JuanRulfo.

Junto con Vicente Leñero, otro escritor mexicano, en aquella ocasión conocimos y nunca olvidamos a Juan Rulfo, un hombre sencillo en su genialidad, quebradizo en su fortaleza, tímido en supalabra exacta. Enorme y frágil como pocos seres humanos. Allí canté esta canción, Cristina, que compusimos con Jorge Mansilla Torres-Coco Manto, actual embajador de Bolivia en México:

Guarda lainstancia entristecida / que crece en tu melancolía / novia de gloria desolada / y brotemos Cristina al nuevo día. / Verde cristal de tu mirada / crisol sereno de alegría / cuida esta rosa de...