Feliciano González

Breve semblanza de Mons. Feliciano R. González Ascanio
II Obispo de Maracay
Guatire 1921 – Maracay 1986
Mercedes M. Malavé González


Presentación

En el Archivo de la Arquidiócesis de Maracay retozan miles de papeles pertenecientes al segundo obispo de Maracay, Monseñor Feliciano González Ascanio, dignos del trabajo minucioso de un experto que quiera darse, generosamente, a la tarea declasificar, ordenar, jerarquizar y publicar la historia que allí se contiene. Las puertas de la casa arzobispal están abiertas; las personas son atendidas con la mejor voluntad, confianza y dignidad aunque, ciertamente, no existe personal suficiente como para poder llevar una oficina de archivo histórico abierta al público.
También se pueden recoger testimonios valiosos, aunque por razones detiempo y traslados no pudimos dedicarnos lo suficientemente a ello. Monseñor Feliciano fue un hombre de intensa vida familiar, sacerdotal y social. Una persona que no rehuyó del trato cordial y afectuoso con todo aquel que se acercara a su despacho o parroquia, o que tuviera que salir a buscar gracias a sus continuos desvelos de pastor de almas. Algunos ejemplos saldrán a la luz en esta brevesemblanza, que no tiene otro objetivo que aportar ciertos datos históricos sobre la vida y obra de esta figura de la Iglesia Católica venezolana oriundo de Guatire.
Dedicaremos una parte importante del presente trabajo al análisis del escrito Clase obrera y Movimiento obrero, que corresponde al discurso que pronunció en la Asamblea Legislativa del Estado Aragua, con motivo del día internacional deltrabajador, a quiénes dedicó la mayor de sus fuerzas y atención pastoral. Pensamos que en esta disertación se entremezcla la mayor cantidad de datos autobiográficos entre lo que ha sido publicado hasta los momentos.

De sacerdote a obispo Fabri Filius

A sus sesenta y tres años, siendo ya un veterano obispo, Monseñor Feliciano González rememora, en su acostumbrada columna de prensa, que en susaños de infancia transcurridos en el “El Rincón del Valle”, ubicada en lo que hoy conocemos como urbanización Prado de María, solía fijarse en un óleo que representaba la imagen bondadosa del Papa San Pío X, conocido entre otras cosas como el Papa que abrió el Sagrario a los niños1: “Mi papá, mi mamá, mis tíos, mi abuela “Mama Viva”, otro tío (el Padre Mendoza), le tenían especial veneración.También recuerdo un retrato de Benedicto XV. Desde entonces aprendí a conocer, venerar y querer al Papa, al Sucesor de San Pedro”2.
Allí deja constancia de la orientación profundamente eclesial que tuvo su educación católica. Su familia se comportó como una auténtica iglesia doméstica, conformada por católicos devotos del sacerdocio, amantes de la jerarquía eclesiástica y de los sucesores de Pedro.Monseñor Feliciano tenía en su despacho seis cuadros de carboncillo, obra del artista italiano Bellotti, con representaciones de los seis últimos Romanos Pontífices. Desde sus tiempos en el seminario, se interesó por conocer la obra y misión del Pastor Supremo de la Iglesia. Manifestó su admiración por cada uno de ellos, y especial veneración por el Papa Juan XXIII, cuyo único error octogenario fue, asu entender, “hacerme a mí obispo”. Casi al final de sus días, tuvo la dicha de presenciar la primera visita de Juan Pablo II a Venezuela, cuya elección le había llenado de esperanza y satisfacción: “De lejos nos llegó Juan Pablo II. Un huracán suavemente tempestuoso y arrasador. El timón de la Barca de Pedro está inconmoviblemente seguro en las manos firmes de este genial, de este “fuori-serie”Karol Wojtyla. Por Juan Pablo II y por los que después de él vengan, estoy dispuesto a hacer lo que sea. Con la ayuda de Dios”.
Desde muy joven Feliciano experimentó la llamada al sacerdocio. Describía ese reclamo con una especial connotación de servicio a los pobres, a los que sufren, a los marginados. Adicional a esto, compartía con las inquietudes de su tiempo, y de su hermano Dagoberto...