Fernando Savater
Ética para Amador
Capítulo I
DE QUÉ VA LA ÉTICA
Hay ciencias que se estudian por simple in
terés de saber cosas nuevas; otras, para
aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un
puesto de trabajo y ganarse con él la vida.
Si no sentimos curiosidad ni necesidad de
realizar tales estudios podemos prescindir tranquilamente de ellos.Abundan los
conocimientos muy interesantes pero sin los cu
ales uno se las arregla bastante bien para
vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea
de astrofísica ni de ebanistería, que a
otros les darán tantas satisfacciones, aunque
tal ignorancia no me ha impedido ir tirando
hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces
las reglas del fútbol pero estás bastante
pez en béisbol. Notiene mayor importanc
ia, disfrutas con los mundiales, pasas
olímpicamente de la liga americana y todos tan contentos.
Lo que quiero decir es que ciertas co
sas uno puede aprenderlas o no, a voluntad.
Como nadie es capaz de saberlo todo, no ha
y más remedio que elegir y aceptar con
humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir
sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni
fútbol, incluso sin saberleer ni
escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien,
otras cosas hay que saberlas porque
en ello, como suele decirse,
nos va la vida
. Es
preciso estar enterado, por ejemplo de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es
cosa buena para la salud; o de que una di
eta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y
ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoc
o esaconsejable ignorar que si uno cada
vez que se cruza con el vecino le atiza un
mamporro las consecuencias serán antes o
después muy desagradables. Pequeñeces así s
on importantes. Se puede vivir de muchos
modos pero hay modos que no dejan vivir.
En una palabra, entre todos los saberes pos
ibles existe al menos uno imprescindible:
el de que ciertas cosas nos convienen y otra
s no. No nos convienenciertos alimentos ni
nos convienen ciertos comportamientos ni cier
tas actitudes. Me refiero, claro está , a que
no nos convienen si queremos seguir viviendo.
Si lo que uno quiere es reventar cuanto
antes, beber lejía puede ser muy adecuado
o también procurar rodearse del mayor
número de enemigos posible. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos
es vivir: los respetables gustos delsuicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que
ciertas cosas nos convienen y a lo que
nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque
nos sienta bien; otras, en cambio, nos sienta
n pero que muy mal y a todo eso lo llamamos
«malo». Saber lo que nos conviene, es decir:
distinguir entre lo bueno y lo malo, es un
conocimiento que todos intentamos adquirir —todos sin excepción— por la cuentaque
nos trae.
Como he señalado antes, hay cosas buenas y
malas para la salud: es necesario saber
lo que debemos comer, o que el fuego a veces
calienta y otras quema, así como el agua
puede quitar la sed pero también ahogarnos
. Sin embargo, a veces las cosas no son tan
sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones
agradables, pero su abuso continuadopuede
ser nocivo. En unos aspectos son buenas,
pero en otros malas: nos convienen y a la
vez no nos convienen. En el terreno de las
relaciones humanas, estas ambigüedades se dan
con aún mayor frecuencia. La mentira es
algo en general malo, porque destruye la c
onfianza en la palabra —y todos necesitamos
hablar para vivir en sociedad— y enemista
a las personas; pero a veces parece que puedeser útil o beneficioso mentir para obtener
alguna ventajilla. O incluso para hacerle un
favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirl
e al enfermo de cáncer incurable la verdad
sobre su estado o se le debe engañar para
que pase sin angustia sus últimas horas? La
mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con
los demás ya hemos dicho que es por lo...
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