Fersss

Portales

Yanira paseaba por el bosque, el lugar que más le gustaba en
el mundo.
Era su decimoquinto cumpleaños, ese debería ser un día feliz
para ella. Sin embargo, no lo era.
Su mente vagaba por recuerdos pasados. Hacía ya ocho años
que sus padres fallecieron en extrañas circunstancias. Desde
entonces, vivía con su abuela Miriam, una buena mujer de unos
setenta años, de mirada sabia ypelo gris corto, con alegres
bucles siempre perfectos.
Miriam iba a intentar darle una pequeña fiesta sorpresa a su
vuelta -a la que, por supuesto, sólo acudiría ella y tal vez su
viejo perro, si casualmente decidía levantarse de su amplio
cojín-. Ella había visto la tarta de chocolate escondida en la
nevera, y encontró una pila de cinco o seis regalos, envueltos
en papel de coloreschillones, en la balda superior del armario
de su abuela.
Y por eso mismo no tenía ganas de volver todavía. No se
veía capaz de fingir una sonrisa sincera, abrazar a su abuela

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dándole las gracias, y luego encima soportar toda una tarde de
felicitaciones, música y dulces, porque tendría que actuar como
si se lo pasara bien, y no era tan buena actriz. Su abuela acabaría
notando la farsa yse entristecería. Suspiró resignada. La historia
se repetía todos los años: sus cumpleaños siempre eran tristes.
Además, su abuela, una mujer de energía increíble, no pararía
de intentar hacer ella sola el papel de todos los invitados que no
vendrían. La joven acabaría sintiendose culpable por darle tanto
trabajo, pues Miriam estaba mayor y era probablemente la única
persona que la quería enel mundo. No culpaba a los demás por
no apreciarla. Desde la muerte de sus padres, Yanira se había
convertido en una chica solitaria, aislada e independiente. Ya
nunca quiso tener amigos y se volvió una persona de pocas
palabras.
Pero ella tenía su secreto. El de sus amigos verdes que
empezaban a engalanarse con frutos y flores por aquella época.
Por eso iba a menudo al bosque, un extensopulmón a las afueras
de una ciudad gallega.
El único sitio donde mantenía conversaciones y tenía amigos
era ese lugar. Su mejor amigo era un enorme y viejo roble. Se
llamaba Salbof.
Salbof no era precisamente bromista, ni reía a menudo. No le
gustaba que le interrumpieran; era un anciano a sus trescientos
años de edad. De él no se podían esperar chistes, ni sonrisas,
abrazos o juegos.Entonces... ¿cómo habían encajado una
niña y él? Resultó sencillo. Ella era una niña atenta, curiosa
y educada. El árbol daba buenos consejos, siempre se podía
contar con él si se necesitaba ayuda, pero sobre todo, sabía
historias. Infinidad de historias que habían ocurrido en ese claro
del bosque durante tres siglos. Las había de amor, de guerra,
de niños, de animales, de huidas de jóvenesenamorados, de
caídas, tormentas, gente perdida, cosas curiosas... ¡De todo!

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Incluso sabía muchas leyendas que había oído a personas que
iban por allí de acampada, de picnic...
Y Yanira adoraba escucharle. Él jamás repetía una, y siempre
la sorprendía. Así era su amistad.
Ese día fue muy distinto a los demás. La joven llegó a un
pequeño claro en el límite del bosque, en el cual conocíaa casi
todas las flores silvestres. Las que mejor le caían eran Lil, una
flor diminuta y lila; Sas, una bastante grande y roja y Lol, una
multicolor y especialmente cotilla. De vez en cuando se pasaba
por allí para charlar. Y así empezó todo.
Yanira estaba hablando tranquilamente con las flores silvestres:
- ... pues sí – estaba diciendo Sas – he enviado a mis hijos a
tres metros de aquí, auna zona de tierra bastante buena que
me han recomendado.
- Qué bien... – murmuró la chica distraída. Ese día no era
capaz de prestar atención a las frívolas conversaciones de
las flores. Sus pensamientos eran mucho más profundos
en esos momentos. De lo que en realidad tenía ganas era
de acudir a Salbof y contarle lo que le pasaba. Necesitaba
desahogarse con alguien, y el único que la...