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Subí a la torre del profesor Idris y me encontré una descomunal montonera de viejos pergaminos y pesados libros sobre el Fenixian. Hallé al profesor tumbado en el suelo, parecía que estaba ebrio yno me extrañaría nada porque he visto más de una vez a ese viejo sabihondo en la taberna de Las trece lunas. Lo ayudé a levantarse. Cuando se despertó, me miró con cara de preocupación. Estaba claroque algo le atormentaba pero por más que le daba vuelta a la cabeza, no podía adivinarlo.
-Profesor, profesor, ¿se encuentra bien?-le pregunté-.
-¿Rix… eres tú?-respondió-. Vaya no me acuerdo denada. ¿Qué hora es?
-Las diez. Es la hora de clase, profesor.
En ese momento, noté en la expresión del anciano una mueca de dolor. Le caían gotas de sudor por la frente, le temblaban las manos, teníala mirada perdida. No estaba acostumbrado a verlo así en horario laboral porque él siempre ha sido un hombre muy profesional en todo lo que hace pero he de decir que me chocaba esa situación.
-¿Y sihacemos otra cosa en vez de dar clase?-dijo-. Me refiero a que como ya has acabado todos los exámenes no estaría mal descansar un poco. Ya sé, ¿y si contamos historias?
Era extraño que no quisieradar clase, pues siempre empezábamos los días repasando el mapa de los mundos. Aunque la idea de contar historias me parecía genial así que le respondí:-De acuerdo profesor, quiero que cuente la historiade mi origen.
-Esa te la he contado muchas veces pero de acuerdo, volveré a contarla-respondió-.
Hace millones de años, cuando el ángel desterró a Adán y Eva, de la espada de éste saltaron unaschispas que incendiaron el nido de un ave que habitaba en el jardín. El ángel pensó que por ser la única criatura que no probó la fruta prohibida tenía que ser recompensada. Así que, decidió concederletres dones: la inmortalidad, la belleza y el poder de transformarse en la criatura que quisiera. El hombre alado miró a su alrededor y no avistó ninguna criatura semejante. Decidió entonces crear...