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AUTOBIOGRAFIA
Del Lcdo. DON TRAJANO NAVAS NAVEDA 27 – 10 – 2005
Dicen que para llamarse hombre completo, se necesitan tres cosas: a) escribir un libro, b) plantar un árbol y c) tener un hijo. Faltándome lo primero, pienso dejar escrito y consignado en estos reglones la dilatada y agitada historia de mi vida, pues mis luchas comenzaron, cuando apenas mi adolescencia empezaba.
Mi voz vibró conla fuerza de la tempestad en las montañas y mi cuerpo joven resistió sin doblegarse en las cárceles, que le fueron impuestas.
Las barricadas al principio y luego, las tribunas, fueron mis refugios y consecuentemente, mi protección.
Ensayé todos los estilos que las tribunas exigen de un revolucionario. Conocí el miedo solamente como forma instintiva de sobrevivencia.
Me mantuve en primera líneadel combate, a la vanguardia.
Lo mismo que se puede pedir a un hombre, es el decoro ante la vida, sus luchas y su historia. Toda la injusticia debe ser atacada. De pie, para el sol.
Por fortuna no decliné jamás. Viví, luché y combatí. Mi juventud, es el testimonio irrefutable.
Pero antes, a manera de explicación, debo deciros, que los primeros años de mi vida, transcurrieron en el campo, en lahacienda “El Tejar” y entrando a la juventud, en la hacienda llamada “Hurpihuachana”, que mi papá lo cambio de nombre y lo denomino “Los Alpes”, en razón de su ubicación a más de 3.000 m. de altura. Si de la primera propiedad y dada su extensión, jamás logre conocer ni reconocer sus límites peor de la segunda.
Entre las dos propiedades había más o menos unos 20 Km. De distancia. El únicotransporte era el caballo o el burro. Me acompañaba siempre dos peones; su insipiente, español no me permitía entenderlos, de allí que el casticismo de mi escritura y mensaje, vienen en recuerdo del por mí, aceptado mestizaje, sin falsos y sonsos pujos racistas.
Si no soy bilingüe, es porque mis antepasados: padres y abuelos poseedores de latifundios, jamás hablaron en mi presencia, el quichua, apesar de que ellos lo hacían con fluidez al tratar con los peones.
Mi infancia transcurrió junto a los niños indios, hijos de los huasipungueros. De ellos aprendí su comprensión, su bondad, su silencio resignado ante el dolor y sufrimiento, su risa alegre y tierna como el trinar de gorriones o como el susurro del viento entre los alfalfares en floración.
Su intuición permanente instintiva y sobretodo, su incondicional entrega al efecto y a la sinceridad sin dobleces, fueron virtudes que yo, las hice mías.
Lo mejor o acaso, lo único que hay en mi corazón, se los debo a ellos, a su ejemplo maravilloso, como la luz auroral disipando sombras, ¡Cómo los recuerdo! Y desde la distancia y ausencia, que a lo mejor son ya definitivas, quiero que sepan que los adoro y para ellos son estas lágrimas,que hoy, dolorosamente ruedan en silencio por mis mejillas y que por desgracia jamás sabrán que fueron derramadas en homenaje a su memoria.
Antes que pones o siervos, fueron mis amigos, entrañables amigos que no los he olvidado nunca y que ocuparon siempre un lugar preferente en mis nostálgicas evocaciones.
La vida y un destino cruel y sin entrañas nos separaron. Tomamos diferentes rumbos yatrás para siempre quedaron, los lejanos días de la infancia, sus juegos, sus nacientes ilusiones, cuando la vida, para nosotros, apenas despertaba, como la aurora, enunciando el nuevo día.
¡Qué Dios… les haya bendecido!
Lo que si permanecieron intocados y nunca se borraron se mi mente, fueron los ya lejanos juegos sobre el dorso dormido de los cerros, escondidos en los chaparros o tras de laschilcas.
Cuando la tempestad estremecía la serena quietud de los pajonales, el rayo con su luz intensa cegaba las pupilas y el trueno sacudía las almas, nosotros nos ocultábamos en cuevas previamente trabajadas y que semejando a los conejos de páramos, nos escondíamos hasta que el aguacero amaine, mientras que, el rebaño, se agrupaba en círculo compacto.
Mis padres solían pasar en la ciudad,...