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La Charca
Capitulo II
Escena I
(Juan del Salto, caballero en una mula, llegó al plantío, en donde la abrigada de campesinos se aplicaba al deshierbo y limpieza de los terrenos. Un grupo de obreros, escalando en la vertiente, talaban hierbas y enredaderas. Juan del Salto pelea con los trabajadores que perdían el tiempo.)
Campesino: Aquí hace falta gente, don Juan (arrancando de un tirón unacampánula). La cosecha está al caer, y si no se activa la limpieza va a perderse mucho grano.
Juan del Salto: ¡Ya estás tú bueno! –(repuso con acento benévolo)-. ¿Crees que los propietarios disponemos del personal a nuestro gusto? Eso dilo a tus compañeros; a los que no trabajan los lunes, cansados con las huelgas del domingo; a los que escandalizan el barrio con tropelías, como la del sábadoúltimo en la tienda de Andújar; a los que pasan la semana mascando tabaco y tendidos en la hamaca.
Campesino: ¡Ah, yo no soy de ésos!
Juan del Salto: Tú no eres de ésos, convenido; no te aludo. Esta vez incurres en el vicio lógico que suele seros peculiar: prescindir del sentido de lo que se habla, y ateniéndose sólo al valor de las palabras duras, darse por aludidos.
Campesino: Es que yo...
Juandel Salto: Sí, sé lo que vas a decir. Que eres laborioso y honrado, ¿no es eso? Me consta. Pero no es menos cierto que hay entre vosotros disipados con los cuales no puede contarse. Sin ese contingente de inútiles estaríamos siempre sobrados de personal. Eso es lo que te quise decir.
(Y Juan, después de la corrección, hecha en nombre del sentido común al campesino, le volvió la espalda. Subiendopor la escarpo, fue inspeccionando la labor del día.)
Escena II
Narrador: Cuando Juan hablaba con el padre de uno de los trabajadores sobre lo irresponsable y lo inútil que era y que él le tapaba todo y que hasta le podía tapar sobre un crimen o algún robo. Marcelo lo escucho todo y cuando estas palabras fueron dichas, empaleció intensamente, dejo caer el machete y se irguió con aire azorado.Juan observó el ademán, y aunque el joven trato de sonreír disimulando la turbación al punto de ocultarla a los trabajadores, el propietario pudo notar el efecto causado por sus palabras. Cuando la abrigada se disponía a suspender los trabajos, se acercó al joven y le dijo entre dientes:
Juan del Salto: ¿Qué tienes, Marcelo?
Marcelo: Yo...
Juan del Salto: Hace un momento, cuando me referí alcrimen, palideciste. Estás frío, tus manos tiemblan, ¿qué te sucede?
Marcelo: No tengo nada... nada.
Juan del Salto: No mientas -(insistió con energía)-, no mientas. Esta noche, después que todos duerman, sube a mi cuarto. Te necesito y te espero. Te lo mando...
Marcelo: Iré...
Escena III
(A las 10 de la noche, cuando todos dormían, Juan del Salto meditaba en su alcoba. Sentado junto a una mesaen donde ardía un quinqué, con la frente apoyada en las manos y los codos en la mesa. Después de q Juan del Salto medito, crujió la puerta y apareció entre las batientes la figura de Marcelo)
Juan del Salto: Siéntate… y prepárate a ser franco.
(En el semblante del joven duraba todavía la emoción de la tarde. Su color mate habitual y sus anchas ojeras eran más intensas, como si susto nodesvanecido o pánico insensato le dominaran.)
Juan del Salto: Sí, sé franco; no debes ocultarme la verdad -continuó el propietario-. Esta tarde, hablando de generalidades, aludí al crimen; tú palideciste y temblaste. Yo decía que prestáis frecuentemente con vuestro silencio complicidad a las malas acciones, y al indicar que seríais acaso capaces de presenciar un crimen y no ayudar después a la justiciaen su pesquisa, temblaste. Mira: ahora mismo tiemblas. ¿Por qué te produjeron tan honda impresión mis palabras?
Marcelo: Es que...
Juan del Salto: Marcelo, tú has presenciado un crimen.
Marcelo: ¡Yo!...
Juan del Salto: Tú has sido testigo de un crimen y has callado...
Marcelo: Pero...
Juan del Salto: Te he dicho que es inútil el disimulo. Soy hombre experto; sé leer en el semblante de los...