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Casi un pueblo
Olga Harmony
E
xiste la idea, casi siempre refrendada por la realidad, de que lasescenificaciones del llamado teatro comercial de buen nivel –hablamos del que suelen hacer Morris Gilbert, Federico Compeán y OCESA– no entrañan búsquedas formales ni desafíos de algún tipo, pero que en generalestán realizadas con profesionalismo y cuidado. Casi un pueblo, primera obra del actor estadunidense John Cariani, dirigida por Manuel López Velarde, a primera vista ofrece cierta innovación con susnueve historias en la que dos actrices y dos actores interpretan a diecinueve personajes y en que, en algunas de ellas, se amalgaman magia y amor. Pero esto es sólo a primera vista, porque si se ahondaun poco se advierten muchas deficiencias, tanto en el texto como en el montaje.
La obra de Cariani transcurre supuestamente en un caserío de algún lugar –quizás Groenlandia–muy cercano al Polo Norteen plena Aurora Boreal, de allí su nombre de Casi, porque no llega a tener los suficientes habitantes para poder llamarse pueblo. Dada esta premisa, habría que suponer que existe alguna ligazón entrelos escasos pobladores y que las pequeñas historias que se nos cuentan aparezcan dentro de un entramado. Tal presupuesto no es muy original y ya sea dado en obras de diferente tema y estilo, pero entodo caso aparecería como más lógica que ese puñado de historias sueltas, en que a veces los personajes no se conocen y deben presentarse –por ejemplo la del principio, la del bar y otras– como si enlugar del casi se tratara de una gran metrópoli. La confluencia del amor y la magia tiene su encanto y en algunas historias, como la del bar, llega a ser inquietante como la anticipación del tatuaje...
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