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Catholic.net 6. La nueva evangelización y las asociaciones y movimientos eclesiales
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6. La nueva evangelización y las asociaciones y movimientos eclesialesLa tarea de la evangelización no es una mera estrategia pastoral; es una exigencia que brota del
bautismo
Por: + Luis Bambarén Gastelumendi, S.J. | Fuente: Comisión Episcopal de Apostolado Laical, Perú
6.1.Una renovada evangelización de cara a los nuevos tiempos
La llamada a una nueva evangelización, nueva en su ardor, en sus métodos y en susexpresiones que ha hecho el Papa Juan Pablo II constituye un inmenso desafío para el
Pueblo de Dios. Se trata de impulsar un dinamismo evangelizador que profundice y
renueve la vida cristiana de los fieles e ilumine la convivencia social, tratando de
llevar el mensaje del Evangelio tanto a quien habiendo recibido el bautismo se haalejado de Dios, como a quienes aún no han tenido la gracia de recibir el don de la fe. Este nuevo
empeño debe llevar a evangelizar «no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de
manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces la cultura y las culturas del hombre» (200).
El punto de partida de este renovado impulso evangelizador es la certeza de que en Cristo hay una
«"inescrutable riqueza" (Ef 3,8), que no agota ninguna cultura, ni ninguna época, y a la cual
podemos acudir siempre los hombres para enriquecernos» (201). Se trata de renovar nuestro
compromiso y nuestra presentación del único Evangelio de donde siempre se «pueden sacar luces
nuevas para los problemas nuevos» (202). Es una invitación a enfrentar con renovado ímpetu losnuevos desafíos que se están presentando para ofrecerles la permanente novedad del Evangelio del
Señor Jesús.
Cuando el Papa Juan Pablo II convocó a emprender una nueva evangelización pidió a todo el Pueblo
de Dios que se movilizara. Ningún bautizado debe quedar al margen de este inmenso desafío, cada
cual desde su vocación, circunstancia y estado de vida (203), individual y asociadamente (204),
puesto que todos en la Iglesia debemos cooperar decididamente en la tarea común (205). Como
señala el Romano Pontífice, «a nadie le es lícito permanecer ocioso» en esta «magnífica y dramática
hora de la historia ante la inminente llegada del Tercer Milenio» (206). Los laicos tienen en esta
nueva etapa de la historia una enorme responsabilidad. Como en otros momentos del bimilenarioperegrinar de la Iglesia, los laicos deben asumir su lugar en esta gesta misionera. La historia guarda
memoria del testimonio de fieles laicos que desde los primeros tiempos anunciaron con ardor el
Evangelio de Cristo en los diversos ambientes y circunstancias, llegando incluso muchos a dar la
vida por la causa del Reino de Dios.La invitación a que todos los hijos de la Iglesia se comprometan con la tarea de la evangelización no
es una mera estrategia pastoral; es una exigencia que brota del bautismo. La enseñanza del Concilio
Vaticano II lo destaca de manera singular: «...se impone a todos los cristianos la obligación gloriosa
de colaborar para que todos los hombres, en todo el mundo, conozcan y acepten el mensaje divino de
salvación» (207). El Papa Pablo VI lo ponía de manifiesto comentando las enseñanzas conciliares
sobre el ser y misión del laico: «¿Y qué diremos del apostolado de los seglares? Este apostolado es
una vocación, y por ello es libre, pero moralmente es un deber. Una de las verdades afirmadas con
mayor energía, es ésta: la participación en la misión de la Iglesia está abierta a todos los cristianos,...
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