Fiesta Insignificancia Milan Kundera Primera MILFIL20140902 0001
LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA
Traducido del original francés
por Beatriz de Moura
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Primera parte
Los protagonistas se presentan
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Alain medita sobre el ombligo
Era el mes de junio, el sol asomaba entre las
nubes y Alain pasaba lentamente por una callede
París. Observaba a las jovencitas que, todas ellas,
enseñaban el ombligo entre el borde del pantalón de cintura baja y la camiseta muy corta. Estaba arrobado; arrobado e incluso trastornado: como
si el poder de seducción de las jovencitas ya no se
concentrara en sus muslos, ni en sus nalgas, ni en
sus pechos, sino en ese hoyito redondo situado
en mitad de su cuerpo.
Eso le incitó a reflexionar:si un hombre (o una
época) ve el centro de la seducción femenina en los
muslos, ¿cómo describir y definir la particularidad
de semejante orientación erótica? Improvisó una
respuesta: la longitud de los muslos es la imagen
metafórica del camino, largo y fascinante (por eso
los muslos deben ser largos), que conduce hacia la
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27/06/14 08:09consumación erótica; en efecto, se dijo Alain, incluso en pleno coito, la longitud de los muslos brinda a la mujer la magia romántica de lo inaccesible.
Si un hombre (o una época) ve el centro de
la seducción femenina en las nalgas, ¿cómo describir y definir la particularidad de esa orientación
erótica? Improvisó una respuesta: brutalidad; gozo;
el camino más corto hacia la meta; meta tanto
másexcitante por ser doble.
Si un hombre (o una época) ve el centro de
la seducción femenina en los pechos, ¿cómo describir y definir la particularidad de esa orientación
erótica? Improvisó una respuesta: santificación de
la mujer; la Virgen María amamantando a Jesús;
el sexo masculino arrodillado ante la noble misión del sexo femenino.
Pero ¿cómo definir el erotismo de un hombre
(o de una época) que vela seducción femenina
concentrada en mitad del cuerpo, en el ombligo?
Ramón pasea
por el Jardin du Luxembourg
Más o menos mientras Alain reflexionaba acer12
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ca de las distintas fuentes de seducción femenina,
Ramón se encontraba en las proximidades del museo situado cerca del Jardin du Luxembourg, donde, desde hacía ya un mes, seexponía la obra de
Chagall. Él quería ir a verla, pero sabía de antemano que nunca se animaría a convertirse por las
buenas en parte de esa interminable cola que se
arrastraba lentamente hacia la caja; observó a la
gente, sus rostros paralizados por el aburrimiento, imaginó las salas en las que sus cuerpos y su
parloteo taparían los cuadros, y no tardó más de
un minuto en dar media vuelta yencaminarse parque a través por una alameda.
Allí, la atmósfera era más agradable; el género
humano parecía escasear y estar más a sus anchas:
algunos corrían, no por ir deprisa, sino por gusto;
otros paseaban tomando helados; otros aún, discípulos de una escuela asiática, hacían en el césped
lentos y extraños movimientos; más allá, en un
inmenso círculo, estaban las dos grandes estatuas
blancas delas reinas de Francia y, aún más allá,
en el césped entre los árboles, en todas las direcciones, esculturas de poetas, pintores, sabios; se
detuvo delante de un adolescente bronceado que,
seductor, desnudo debajo de su pantalón corto,
le ofreció máscaras que reproducían las caras de
Balzac, Berlioz, Hugo o Dumas. Ramón no pudo
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27/06/14 08:09evitar sonreír y siguió su paseo por ese jardín de
los genios, quienes, rodeados por la amable indiferencia de los paseantes, debían de sentirse agradablemente libres; nadie se detenía para observar
sus rostros o leer las inscripciones en los pedestales. Ramón inhalaba esa indiferencia como una calma consoladora. Poco a poco, apareció en su cara
una larga sonrisa casi feliz.
No habrá cáncer...
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