Filósofo
Desde hace unas décadas es frecuente la preocupación que existe entre los funcionarios encargados de las políticas educativas, los profesoresy los padres de familia por la abulia y desinterés que asiste a las nuevas generaciones por el proceso educativo que ofrecen las distintas instituciones escolares y universitarias. Los funcionarios,los expertos en pedagogía y los profesores ensayan toda clase de recursos para sacar de la crisis a la educación: subsidios económicos de permanencia en las instalaciones educativas (quenecesariamente no implica participación en el desarrollo del proceso educativo); innovación de modelos pedagógicos, implementación de mecanismos “democráticos” y de cátedras atinentes a la formación de losestudiantes en democracia y tolerancia (se da por sentado que ni los propietarios, ni las directivas, ni los profesores, ni los funcionarios de las instituciones educativas, ni los padres de familia,requieren estas cátedras), hasta cambios e innovaciones en los currículos y en los tiempos destinados al proceso. Y con todo ello a la hora de los balances sus resultados no son significativos y lacrisis continúa. Un gran porcentaje de estudiantes termina optando por la deserción y los que deciden continuar lo hacen, en su mayoría, no con la percepción de estar realizando un proyecto de vidapersonal, profesional y ciudadano, sino la de una carga que hay que sobrellevar para evitarse mayores conflictos; autorepresión que, sin embargo, no llega a impedir la lucha de poderes y la violenciasimbólica y fáctica que se vive en los espacios académicos.
Pareciera que la reflexión se focaliza en el tratamiento de los síntomas sin observar la causa de ellos. Hay un elemento común entre laproblemática que afronta la educación y el espíritu mismo de las instituciones educativas: la escuela moderna es hija del siglo de las Luces y como tal es, quizás, el modelo más anquilosado, a pesar de las...
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