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Estos supuestos que parecen contradictorios tienen un mismo origen pues son producto de nuestro actual modo de vida basado en lo que podríamosdenominar bienestar: mayor esperanza de vida y renta percápita; bajas tasas de mortalidad, medicina hospitalaria y preventiva, investigación médica, servicios sociales... pero también en un falsoconcepto de la felicidad que responde casi siempre a estímulos externos y satisfacciones inmediatas.
En este mundo en el que como sabemos las esferas de lo intelectual, lo espiritual, lo emocional y lofísico permanecen separadas, en el que la comodidad se asocia a los bienes materiales, a la acumulación y la posesión; en el que prevalece el culto al cuerpo, reina el mito de la eterna juventud queacapara la belleza, el éxito, etc. y gran parte de la población se niega no sólo a envejecer, sino a crecer, no hay lugar para la supuesta decadencia de aquellos que han rebasado con creces la edad adulta.Entronizado lo superficial, lo intrascendente, aquello que es producto de la casualidad y la naturaleza y no de la experiencia o el aprendizaje, la persona mayor tiene que resignarse a sobrevivir enuna sociedad que lo rechaza y que al mismo tiempo se esfuerza a toda costa en mantenerla con vida. Además cuando se hace evidente la injusticia de esta conducta no se corrige, sino que se comienza atratar a los mayores como objetos dignos de atención ofreciéndoles alternativas de ocio y vida estandarizadas que sólo ocultan – cuando lo hacen – la situación.
Considerando que nuestros mayores sondepositarios de nuestra cultura y tradiciones, memoria de nuestra historia y artífices de nuestro presente, la O.M. La Cruz de Malta estima que deben estudiarse soluciones a su problemática que...
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