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A través de la historia, el ser humano ha querido ejercer el rol de Dios en aquellos asuntos que atañen única y exclusivamente a Él, decidiendo entre lo que considera o no conveniente a una maltrecha sociedad que anhela desesperadamente la paz. Una paz que despuntará cuando comencemos verdaderamente a cumplir con el gran mandamiento delamor: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”.
No obstante, para lograr el objetivo trazado habrá que trabajar hasta la saciedad aquellos puntos controversiales, tales como: el aborto, el suicidio, la eutanasia y la pena de muerte.
Este último, considerado el “Talón de Aquiles” por haber alcanzado tanta notoriedad en los pasados días, hay quedepurarlo, partiendo de loque nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su artículo 2266:
“La preservación del bien común de la sociedad exige colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo la enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legítimaautoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, encasos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte. Por motivos análogos quienes poseen la autoridad tienen el derecho de rechazar por medio de las armas a los agresores de la sociedad que tienen a su cargo”.
Por lo tanto, la Iglesia siempre ha validado el derecho y el deber oficial de la autoridad pública, para establecer penas acordes con los delitos cometidos e incluso la pena de muerteen casos extremos.
Sin embargo, se tiene que analizar minuciosamente este postulado conforme a la Voluntad Divina, ya que sería paradójico el decir que Dios da la vida y sólo Él la quita versus el justificar que el ser humano lo haga. A tales efectos, es algo totalmente incongruente, pero para dilucidar tan controversial argumento debemos ir por partes.
Si nos remontamos a los comienzos de lahumanidad vemos cual fue la reacción de Dios Padre ante el primer fratricidio: el caso de Caín y Abel. Cuando Caín mata a Abel, Yahveh manifiesta la maldad de este crimen: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (versión Biblia de Jerusalén, Gn 4,10-11). De igual forma añade:
“Y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana. Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre”. (versión Biblia de Jerusalén, Gn 9, 5-6)
Pese a esto, en ningún momento Yahveh aplicó la Ley del Talión: “Ojo por ojo,diente por diente”, si no todo lo contrario, promulgando la siguiente sentencia:
“Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra. Entonces dijo Caín a Yahveh: “Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentreme matará.” Respondiole Yahveh: “Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces.” Y Yahveh puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara”. (versión Biblia de Jerusalén, Gn 4, 12-15)
Evidentemente, queda establecida la total desaprobación Divina de la pena capital, aunque por motivos similares la llamada autoridad humana tenga el derecho de objetar mediantelas armas a los agresores de la sociedad.
Tiempo después, con la llegada del Mesías Prometido se enfatiza y refuerza lo que Dios Padre había dicho desde antiguo, ya que su Amantísimo Hijo vino al mundo no a derogar la ley sino a perfeccionarla. Esto queda de manifiesto cuando Jesús en su Sermón de la Montaña recuerda el mandamiento “No matarás”, añadiendo el rechazo total de pensamientos o...
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