filosofia
No vamos a discutir el uso de las palabras —aunque podemos, pero sería ocioso en tanto nolo hiciésemos con absoluto desinterés ideológico, con entera neutralidad de vocabulista. No podemos discutir su uso en un sentido normativo, en el sentido de buscar y querer establecer el correcto. Sólo nos vemos autorizados a discutir aquel uso en sentido analítico, sobre todo al advertir que la palabra «tragedia» evoca caracteres que se mantienen en tensión frente a los rasgos que interesan enlas obras clásicas: patetismo, drama, angustia, dolor, piedad, desgracia… El problema del orden clásico no es mitigar la intensidad de estos tonos en los caracteres, sino impedir que desequilibren la composición. El significado que a la palabra «tragedia» pueden dar un periodista o un ama de casa no debe desdeñarse como irrelevante o desacertado. Todas las connotaciones están vinculadas, y sólo latotalidad o casi totalidad de ellas forma un auténtico significado; el conjunto de todos los usos, si podemos intentar concebirlo, es lo que da el significado —si se quiere, los significados, pero este plural es meramente convencional— de la tragedia. Sólo sostendremos, parcialmente, una salvedad semántico-ideológica: distinguiremos lo trágico-heroico de lo trágico-agónico, en virtud de laintensidad con que se transfunda un cierto grado de compromiso cívico en un caso, o de angustia individual en el otro.
Ciertamente, desde las grandes tragedias griegas, este inmortal género literario arroja cuestiones «existenciales» de forma más o menos mediata: ¿Por qué motivo deben padecer los hombres? ¿Por qué razón están eviternamente condenados a luchar entre los polos inconciliables de lalibertad y la necesidad, la verdad y el error, Dios y el Diablo? ¿Son la justicia y la felicidad tan elusivas por mor de una culpa innata o acaso son lastimosas entelequias? Etcétera. Pero todas estas preguntas —acaso tristes erotemas— pueden plantearse y se plantean también en obras no trágicas. «¿Hay alguna causa en la Naturaleza para producir esos corazones tan duros?»(2), se pregunta el rey Lear alver la perfidia de sus hijas; es una pregunta que en realidad no es una pregunta, sino una simple y amarga lamentación. Lo trágico, vuelvo a repetir, sigue muy estrechamente a lo patético. En el caso de las tragedias de Shakespeare —incluyendo en este grupo las crónicas reales, invariablemente guiadas por el ascenso y caída trágica de sus protagonistas, con la sola excepción de Enrique v—, la...
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