Filosofía educativa
Cuando iniciamos nuestros estudios todas teníamos muchas dudas sobre si la docencia sería nuestra profesión, pues algo en nosotras se sacudió y nos hizo cuestionar nuestra ideología y práctica; puedo hablar por todas mis compañeras diciendo orgullosamente que ahora no vemos nuestras vidas sin alimentarnos cada día de esas otras voces que en el diálogo nos han enseñadotanto.
Los tiempos que vivimos nos exigen de manera urgente un sujeto que sea capaz de mirar hacia dentro y abrirnos a una nueva formación que contenga la fortaleza que el día a día a veces va menguando, para reconstruirnos en el actuar… Y PINTAR DE OTROS COLORES esta realidad tan alarmante que a veces supera la ficción.
Es una gran satisfacción la que nos deja esa aula de calidez humana enque estudiamos, en donde se rompieron paradigmas personales, y aceptamos que la forma en que organizamos nuestra sociedad no es absoluta, sino una construcción social, al recordarnos el compromiso histórico que nos ha tocado a bien reconocer como un llamado.
Hemos de decir que el aula en que estuvimos estos tan exigentes, estresantes, cansados pero maravillosos dos años y medio, pudimos vivirun proceso de transformación asemejado al de la oruga que se encuentra en un caparazón y se arrastra a ciegas buscando algo que no sabe, pero que intuye con cierto dejo de utopía que habrá algo mejor; un proceso que ha dolido porque ha develado nuestro ser, enfrentándonos a ese monstruo que a veces es el ego, y que ha sido tocado para esculpirse de otras formas, con otros ojos, los de una mariposaque encuentra la libertad en el ejercicio de educar, porque sabe y cree que es en ese lugar donde está su misión y donde puede intervenir desde un espacio y un tiempo reales.
Asimismo, hemos vivido maravillosas historias que nos han otorgado una vehemente esperanza, que en un arrebato de tesón nos ha enseñado a no sucumbir ante el pesimismo del que está sujeto nuestro mundo, pues ante lasincontables tragedias que no deberían de ser, un grito de rabia nos salva de abandonarlo todo y huir, porque es sencillo cruzarse de brazos y ser indiferente, pero nosotras renegamos de que el tiempo –ÚNICO RECURSO NUESTRO- nos sea arrebatado en la violencia y la impotencia que nos hace sentir.
Hemos aprendido a entrelazar nuestros proyectos y sentido de utopía en esa cotidianidad que es propia yde nadie más, pues estamos concientes de que el sentido de nuestra formación no le apunta a realizar grandes hazañas, sino un proyecto que esté en nuestras manos cuidar desde lo posible; uno que se viva en la realidad inmediata siendo capaces de construirlo peldaño a peldaño, donde la posibilidad dé cabida a colocarnos ante nuestra circunstancia para saber qué tipo de educación es pertinente.Ahora nos reconocemos como sujetos sujetados a muchas instituciones, hijas de un tiempo específico y por lo tanto sin el poder voluntarioso de cambiar nuestro contexto de un día para otro; empero, sí con la voluntad de darle un lugar a la confianza a través de pequeños actos cotidianos que vayan tejiendo el entramado de una sociedad más justa.
Ha sido mucha la teoría, pero nos quedamos con lagran formación humana y filosófica, pues un problema de investigación docente tiene que foguearse en lo terrenal, donde las voces de nuestros niños y jóvenes sí figuren, donde las experiencias en el aula sí nos exijan otra educación, pues es en ese espacio donde se lleva a cabo el drama pedagógico.
Es así que nuestra preocupación va más allá de un documento de titulación, siendo apremiante...
Regístrate para leer el documento completo.