Fin
El ruido de las alarmas, los guardias corriendo tratando de buscarnos y matarnos, las balas perdidas, gritos, muchos gritos mesclado con llantos, algunos de enfado otros pidiendo piedad. Un niño encima de una señora no tan mayor con la remera manchada de rojo sobre su pecho, supongo que debía ser su madre, llorando y pidiéndole que despierte, que abra sus ojos y que lo proteja porquetiene miedo. El cuarto lleno de personas muertas y vivas. Desafortunadamente más muertas que vivas.
Presiono mis manos a un costado de mi pecho lleno se sangre. Sinceramente no me duele, ya nada lo hace, nada comparado a lo que nos hacían ellos. Sus torturas eran psicológicas, muy pocas veces físicas, estas eran las peores. Nos hacían gritar de dolor. Nos inyectaban cosas que supuestamentenos hacían bien pero algunos terminaban muertos.
Se escuchan pisadas y disparos acercándose. Todos en la habitación hicieron silencio y apagaron las pocas lámparas que iluminaban a duras penas la habitación y rezaban en voz baja para que no sean los guardias. Dos hombres desaliñados aparecieron agarrando de los pies y manos a un muchacho con la remera negra toda ensangrentada y que apenas podíarespirar. Dylan. Me levante de un salto sin importarme la herida de la bala y cruce la habitación corriendo hacia él.
Me senté en el suelo en un lugar un poco iluminado por un agujero del techo y coloque su cabeza sobre mis piernas. Las lágrimas empezaron a resbalarme por mis mejillas trate de contenerlas pero fue inútil. Coloque mi mano en su pelo rubio ahora sucio, descendí hasta su cara y se laacaricie. El me agarro la mano y me la apretó en muestra de afecto. Estaba frio y pálido, demasiado pálido debido a la cantidad de sangre que perdió.
-Evi…- su voz entrecortada se perdía entre todo el ruido
-shhh, no hables. Acá estoy- mis lágrimas tibias mojaban ya casi su cara blanca.
Sabía que no le quedaba mucho tiempo para irse en paz. Esa idea hacía que mi corazón se callera en milpedazos. Ya no lo iba a ver nunca más. Ni sus caricias, ni su risa. Sus besos suaves y a veces desenfrenados pero siempre cálidos. Su voz se me olvidará con el paso de los años. Esa voz dulce y tierna con la que me hablaba todos los días, y grave cuando le hablaba a otra persona. Yo era la única que lo veía como en realidad era él. Nadie lo conocía como yo.
Su respiración iba disminuyendo cadavez más. Se acercaba la hora del adiós.
-Ev…Te…Te amo- colocó su mano fría en mi cara y me acarició la mejilla.
-Yo también te amo- me acerque hasta sus labios y lo besé. Nuestro último beso.
Cerró los ojos y segundos después su respiración paró.
Agarré una sábana sucia que encontré y lo cubrí. Aunque tenía ganas de gritar y llorar como jamás lo había hecho me prometí a mí misma nohacerlo. Su muerte no iba hacer en vano. El murió para protegerme y también proteger a estas personas. Yo iba a concluir su misión.
Me levanté y agarré un arma que estaba al lado de un cuerpo sin vida.
-¡Escuchen! Yo no sé ustedes pero no me voy a quedar como una cobarde escondiéndome en este lugar hasta que ellos nos encuentren y nos maten a todos. Prefiero morir luchando. Así que el que tenga lasbolas para pelear y salir conmigo de este infierno bienvenido sea. Sé que ellos nos superan en armas y en número pero no perdemos nada con intentarlo-. Traté de disimular el dolor en mi voz pero no funcionó mucho, por suerte las lágrimas habían parado.
-¿Y con los niños y ancianos que hacemos?- preguntó un señor de mediana edad.
-Los niños menores a 13 años se quedan cuidando a los ancianos ya los heridos. Es obvio que ellos no les podemos dar un arma y los ancianos no durarían ni dos segundos haya fuera. ¿Y bien? ¿Están conmigo o qué?-.
Algunos hombres se levantaron y luego hubo un mini ejercito de hombre, mujeres y adolescentes.
Al cabo de unos minutos cuando ya agarramos todas las armas que encontramos nos pusimos en marcha. La verdad es que no teníamos ningún plan. Por...
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