final cambiado
Páginas: 2 (475 palabras)
Publicado: 2 de abril de 2014
Final alternativo para “La Galera”, de Manuel Mujica Láinez
Pero cuando se apresta a increpar al funcionario, Catalina advierte, tan sólo un segundo, detrás del ondear de las cortinas y la tierrade los vidrios, la presencia de unas siluetas remotas acercándose por la llanura. Se arrima a la ventana y mira hacia fuera. Antes de que un alarido escape de su boca la galera se detiene con unbrusco bamboleo y la cara de uno de los postillones aparece por la ventana. Tan solo un muchacho, pálido; su voz tenue apenas llega a articular: “no salgan; indios”.
De la llanura llega un coro degritos ensordecedores. Gritos de guerra surgidos de las entrañas de alguna antigua criatura prehistórica preñada de odio y fango y deseo de justicia. Los relinchos de los caballos y las pisadas de loscaballos y la lengua de los indios ensordecen cualquier otro sonido. Están cerca y parecen ser muchos. Son muchos.
El señor de bigotes blancos, que hasta entonces había estado dormitando, exclama algoy sale afuera, dejando la portezuela abierta. Increpa al conductor, indignado. No parece saber lo que realmente sucede hasta que mira alrededor y se apresta a ingresar nuevamente y una figura acaballo aparece de entre el polvo y lo lleva por delante, como en un sueño.
La señora que viaja junto a Catalina la agarra de las manos y la mira a los ojos. “Si nos quedamos aquí nos matan”, dice entresollozos, como rogándole una solución. Afuera alguien lanza un alarido de dolor y algo choca contra la galera. Las negras y los mozos se ponen de pie y salen por la portezuela entre chillidos yempujones, abatiendo las bolsas y las garrafas y los baúles. Catalina se libra con un empujón de las manos de la señora y se pone de pie. Agarra firmemente las bolsitas cosidas debajo de su falda y sale alexterior, corriendo sin dirección. Qué importan las otras cosas; lo que importa es el oro y llegar a salvo a Buenos Aires. Tan sólo logra hacer unos pasos, porque la claridad inaudita de la tarde...
Pero cuando se apresta a increpar al funcionario, Catalina advierte, tan sólo un segundo, detrás del ondear de las cortinas y la tierrade los vidrios, la presencia de unas siluetas remotas acercándose por la llanura. Se arrima a la ventana y mira hacia fuera. Antes de que un alarido escape de su boca la galera se detiene con unbrusco bamboleo y la cara de uno de los postillones aparece por la ventana. Tan solo un muchacho, pálido; su voz tenue apenas llega a articular: “no salgan; indios”.
De la llanura llega un coro degritos ensordecedores. Gritos de guerra surgidos de las entrañas de alguna antigua criatura prehistórica preñada de odio y fango y deseo de justicia. Los relinchos de los caballos y las pisadas de loscaballos y la lengua de los indios ensordecen cualquier otro sonido. Están cerca y parecen ser muchos. Son muchos.
El señor de bigotes blancos, que hasta entonces había estado dormitando, exclama algoy sale afuera, dejando la portezuela abierta. Increpa al conductor, indignado. No parece saber lo que realmente sucede hasta que mira alrededor y se apresta a ingresar nuevamente y una figura acaballo aparece de entre el polvo y lo lleva por delante, como en un sueño.
La señora que viaja junto a Catalina la agarra de las manos y la mira a los ojos. “Si nos quedamos aquí nos matan”, dice entresollozos, como rogándole una solución. Afuera alguien lanza un alarido de dolor y algo choca contra la galera. Las negras y los mozos se ponen de pie y salen por la portezuela entre chillidos yempujones, abatiendo las bolsas y las garrafas y los baúles. Catalina se libra con un empujón de las manos de la señora y se pone de pie. Agarra firmemente las bolsitas cosidas debajo de su falda y sale alexterior, corriendo sin dirección. Qué importan las otras cosas; lo que importa es el oro y llegar a salvo a Buenos Aires. Tan sólo logra hacer unos pasos, porque la claridad inaudita de la tarde...
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