Fisica
Un robot cualquiera un día caminaba por la ciudad biónica cuando de pronto apareció, justo a unos milímetros de sus sensores ópticos piezoeléctricos, (que eran unos ojosnormales, pero a XT-27 le gustaba usar palabras muy raras para todo), una gran puerta amarilla. No sabía de dónde habría salido, pero por suerte, era un XT-27, y su rapidez le permitió evitar el golpazo.Intrigado, decidió atravesar la puerta, y fue a parar a una ciudad espectacular. ¡Todos sus habitantes eran XT-27, y todo lo que se veía era alucinante! Entusiasmado por haber encontrado la ciudadperfecta para él, anduvo recorriendo aquel lugar, presumiendo de ser un XT-27 y parándose a hablar con todos de lo genial que era ser un robot tan avanzado, y finalmente se instaló en su burbujahiperplasia recauchutada (una casa), a las afueras de la ciudad.
Los días fueron pasando, pero enseguida se dio cuenta de que en aquella ciudad había algo que no le gustaba. Como todos eran XT-27, realmentenadie tenía motivos para sentirse mejor ni más moderno que nadie, y de hecho nadie lo hacía. Ninguno miraba con aires de superioridad, y en el fondo, comprobó que con el paso del tiempo ni siquieraél mismo se sentía especial. Además, todo resultaba tremendamente aburrido: todos hacía todas las cosas igual de bien, era imposible destacar en nada; cuando se le ocurría algo que pensaba erabrillante, a todos se les había ocurrido lo mismo al mismo tiempo.
Así que XT-27 empezó a echar de menos a todos aquellos robotitos variados de su mundo, cada uno con sus cosas buenas y malas, pero distintosy divertidos, y se dio cuenta de que hubiera preferido mil veces encontrarse con un torpe pero divertido TP-4, y charlar un rato con él, que volver a cruzarse con otro XT-27.
Así que comenzó a buscarla gran puerta amarilla. Tardó varios días, hasta que finalmente la encontró como la primera vez, justo en medio de una calle cualquiera. Apoyó la mano en la puerta, miró hacia atrás, como...
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