Formion de Terencio
Escena I
DAVO, solo
DAVO — Mi íntimo amigo y compatriota Geta vino ayer a verme. Era mi acreedor de muy pocas monedas, resto de una antigua cuenta. Había que juntar esa cantidad. La he juntado y acá se la traigo. Oigo decir, en efecto, que el hijo de su amo se ha casado: supongo que él ha arañado este dinero para hacer un obsequio a la esposa. ¡Qué costumbre injusta, quelos que tienen menos deban siempre añadir algo
a los bienes de los que son más pudientes! Lo que él, pobrecito, a duras penas ahorró onza tras onza, de su asignación mensual, defraudando a su Genio, ella lo barrerá todo de golpe, sin advertir siquiera cuánto trabajo costó reunirlo. Y después Geta sufrirá la estocada de otro regalo para cuando la señora tenga familia; y después cuando ocurra elcumpleaños del niño; y después para cuando lo inicien a este
en los misterios religiosos. Todo estos regalos los arrebatará la madre; —pero ¿no es Geta a quien veo?
Escena II
GETA, DAVO
GETA — (Saliendo de casa y hablando a alguien del interior.) Si me viene a buscar uno de cabellos rojos...
DAVO — Aquí está. ¡Deténte!
GETA — ¡Oh! Justamente me disponía a ir en tu busca, Davo.
DAVO —(Alcanzándole el dinero.) Toma. Ahí lo tienes. Es de buena ley. Y verás que corresponde a cuanto te debía.
GETA — ¡Muy amable! Y te quedo agradecido, porque te has preocupado.
DAVO — Ya lo creo, máxime con los tiempos que corren. Se ha llegado a tal extremo que si alguien devuelve algo, hay que quedarle agradecido. Pero ¿por qué estás triste?
GETA — ¿Yo? ¡Ah, tú no sabes en qué inquietud y en quépeligro nos hallamos!
DAVO — ¿Qué quieres decir?
GETA — Lo sabrás, con tal que seas capaz de guardar el secreto.
DAVO — ¡Vamos, por favor! ¡No seas tonto! ¿Recelas confiarle palabras a uno cuya lealtad acabas de comprobar en asunto de dinero? Y en este caso, ¿qué gano si te engaño?
GETA — Pues bien, escucha.
DAVO — Estoy pendiente de tus labios.
GETA — ¿Conoces, Davo, a Cremes, el hermanomayor de nuestro viejo amo?
DAVO — ¡Cómo no!
GETA — ¿Y a su hijo Fedria?
DAVO — Igual que a ti.
GETA — Pues, sucedió que los dos viejos tuvieron que hacer un viaje al mismo tiempo; aquel, rumbo a Lemnos; y el nuestro, rumbo a Cilicia, para ir a casa de un antiguo huésped, quien lo indujo a ir por medio de una carta en que casi le prometía montes de oro.
DAVO — ¿A él que tiene bienes en cantidady de sobra?
GETA — Deja: él es así.
DAVO — ¡Ah, hubiera tenido que ser yo gran señor!
GETA — Entonces, al partir, los dos viejos me dejaron aquí como preceptor de sus hijos.
DAVO — ¡Oh Geta! ¡Bonita misión se te confió!
GETA — ¡Vaya si lo he experimentado! Pienso que mi Genio me abandonó por estar encolerizado conmigo. Al comienzo, comencé por hacerles frente... Pero ¿para qué gastarpalabras? Mientras quise permanecer fiel al viejo, ¡no me quedó costilla sana!
DAVO — Ya me lo figuraba yo, porque es una tontería dar coces contra el aguijón.
GETA — Y así empecé a hacer por ellos todo lo que querían, a complacerlos en todo y por todo.
DAVO — Supiste bailar al son que tocaban.
GETA — Al principio, nuestro patroncito no hizo nada malo; el otro, Fedria, dio en seguida con una jovencitatañedora de cítara y empezó a amarla locamente. Pero estaba ella al servicio del más ruin de los rufianes, y no había ni un centavo para conseguirla: ambos padres habían pensado en tal medida preventiva. Al joven no le quedaba sino recrear en ella su vista, seguirla, acompañarla de casa a la escuela de música y de la escuela de música a casa. Nosotros, estando desocupados, le hacíamos compañía aFedria. Justamente frente a la escuela donde ella se ejercitaba, había una peluquería; ahí la solíamos aguardar ordinariamente hasta que tuviera que volver a casa. Una vez, mientras estábamos sentados en tal sitio, he aquí que entra un muchacho con los ojos arrasados en lágrimas; nosotros, maravillados, le preguntamos qué le pasaba. “Nunca como ahora —dijo— me ha parecido la pobreza una carga...
Regístrate para leer el documento completo.