Dentro de unos segundos, cuando Mr. Helsby o Mr.Bennet hayan abandonado el aparato de brujería quelos mantiene rígidos, helados, dentro de sus bordadoschalecos y sus faldas redondas, volverán a sonreir, areir, rodearán la máquina obscura y la charla suspendidaresonará nuevamente.Manuel Mújica Láinez,Daguerrotipos y retratos sobre vidrio, 1944A partir de la llegada del daguerrotipo al Río de laPlataen 1840, apenas seis meses después del anuncio delinvento en París, el negocio fotográfico fue pronto monopolizadopor los retratistas. Para 1848, ya operaban enBuenos Aires diez daguerrotipistas, la mayoría de ellosextranjeros itinerantes que instalaban sus galerías encasas de familia o en locales de los alrededores de laPlaza de Mayo.La fotografía, que con su exactitud superaba lahabilidadmanual de cualquiera de los pintores instalados en elpaís en ese momento, fue acogida con entusiasmo porla sociedad porteña. Sin embargo, los daguerrotipos noestaban al alcance de todos. Hacerse un retrato costabaentre cien y doscientos pesos, el equivalente de cuatromil metros cuadrados de tierra. El elevado precio quedebía pagarse por pasar a la inmortalidad hizo, por tanto,que la fotografía en susprimeras dos décadas fuera unlujo reservado solamente a las clases acomodadas.Lejos de la instantaneidad de las imágenes actuales,los retratos al daguerrotipo implicaban largos tiemposde exposición que, hacia 1844, oscilaban entre veintesegundos y el minuto y medio, dependiendo de lascondiciones de luz1. Esto significaba que eran ante todoposados. Puede hablarse incluso de una cuidadosapuesta enescena que incluía elementos de alto valorsimbólico.Estas primeras imágenes pueden ser consideradas, entonces,como documentos que sirven para reconstruir loscontenidos de la mentalidad burguesa en el Río de laPlata a mediados del siglo XIX. Sin embargo, es necesariodesterrar la noción positivista que entiende al documentocomo algo objetivo, inocuo o primario. El documento noes una mercancíaestancada del pasado sino un productode la sociedad que lo ha fabricado2. Teniendo en cuentaque todo documento es consciente o inconscientementeun montaje de la historia, de la época y de la sociedadque lo ha construido y también de las épocas ulterioresen las que ha continuado viviendo, Jaques Le Goff proponehablar más bien de documentos como monumentos. Eneste sentido, podemos decir que estos retratoseran elresultado del esfuerzo de las elites burguesas por imponeral futuro una determinada imagen de sí mismas. A travésde la puesta en escena, decidida de común acuerdo entreel fotógrafo y el retratado, la burguesía rioplatense transmitíaa la posteridad mensajes, ideas, prejuicios, comportamientosy modos de ver muy específicos de su clase.El ascenso del individualismoDurante el siglo XIX seacentúa y difunde lentamenteel sentimiento de identidad individual. El hombre sedesprende paulatinamente de los vínculos de dependenciaque lo unían con su comunidad y le proporcionabanprotección y seguridad, y se convierte en el sujetode su propia aventura. José Luis Romero dice que: “elburgués se descubre protagonista de un proceso socialen virtud del cual se evade de la estructura a la cualpertenecey corre una aventura, igualmente individual,cuya meta es el ascenso social.”3El hecho que mejor ilustra este sentimiento de individualidades la aparición del retrato. Según GiselleFreund, “mandarse a hacer un retrato era uno de esosactos simbólicos mediante los cuales los individuos dela clase social ascendente manifestaban su ascenso,tanto de cara a sí mismos como ante los demás y sesituabanentre aquellos que gozaban de la consideraciónsocial.”4 El burgués en ascenso experimentaba unacreciente necesidad de hacerse valer y esta necesidadencontró su más perfecta expresión en el retrato.Antes del nacimiento de la fotografía, el retrato teníaya una larga historia. Cada época creaba nuevas formasy técnicas para satisfacer esta creciente voluntad deverse representado. A principios del siglo...
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