fragmento de la obra de los 7 libros de la Diana
Pues llegando el pastor a los verdes y deleitosos prados, que el caudaloso río Ezla, con sus aguas va regando, le vino a la memoria el gran contentamiento de que enalgún tiempo allí gozado había, siendo tan señor de su libertad, como entonces sujeto a quien sin causa lo tenía sepultado en las tinieblas de su olvido. Consideraba aquel dichoso tiempo que poraquellos prados y hermosa ribera apacentaba su ganado, poniendo los ojos en solo el interés que de traerle bien apacentado se le seguía; y las horas que le sobraban gastaba el pastor en solo gozar del suaveolor de las doradas flores, al tiempo que la primavera, con las alegres nuevas del verano, se esparce por el universo, tomando a veces su rabel, que muy pulido en un zurrón siempre traía; otras vecesuna zampoña, al son de la cual componía los dulces versos con que de las pastoras de toda aquella comarca era loado. No se metía el pastor en la consideración de los malos o buenos sucesos de lafortuna, ni en la mudanza y variación de los tiempos, no le pasaba por el pensamiento la diligencia y codicias del ambicioso cortesano, ni la confianza y presunción de la dama celebrada por solo el voto yparecer de sus apasionados; tampoco le daba pena la hinchazón y descuido del orgulloso privado: en el campo se crió, en el campo apacentaba su ganado, y así no salían del campo sus pensamientos,hasta que el crudo amor tomó aquella posesión de su libertad, que él suele tomar de los que más libres se imaginan.
Venía, pues, el triste Sireno los ojos hechos fuentes, el rostro mudado, y el corazón...
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