fragmento raza de bronce

Páginas: 112 (27900 palabras) Publicado: 8 de agosto de 2013
¡Ah, pícaros! ¿Les duele?... ¡Me alegro! ¿Y por qué quisieron asesinarme?
—¡Perdón! ¡Perdón! —gemía Choquehuanka, tembloroso y hundiendo en el suelo su rostro
mojado por las lágrimas...
—¡Ya no más, tata; te vamos a querer y a respetar siempre!... ¡Ya no más! —seguían gimiendo
los otros, que sentían vehementes deseos de escapar para librarse del horroroso espectáculo;
mas ninguno abrigabala mas remota intención de hablar y delatar a los compañeros: primero
se harían matar todos a azotes, antes que traicionar a los suyos.
Así lo comprendió Pantoja. Y en vez de deponer su encono a la vista de la sangre y de las
lágrimas, sintióse más enfurecido todavía y renovó su orden a los cabos, recomendándoles
extremasen el rigor de sus músculos.
Los soldados, excitados por la promesa deuna buena prima y con el alma sorda a los
sufrimientos de los indios sus padres, así lo hicieron, y a poco blanquearon los huesos. El
paciente no daba señales de vida. Sólo de rato en rato un ronco gemido se escapaba de su
pecho.
—¿Cuántos van, sargento?
—Setecientos, teniente.
—Bueno, basta, ahora a otro.
Y así, uno a uno, fueron flagelados los sindicados, sin que uno solo de esos siervoshiciese un
movimiento de protesta, atontados, embrutecidos por el terror y el espanto.
Todo el día duró la azotaina, y el día entero también permanecieron los patrones como testigos
exasperados, pero importantes, ante la crueldad del agraviado y vengativo Pantoja.
Cuando los soldados hubieron arrojado, desfallecido de dolor, al último sobre una manta
deshilachada y lo dejaron en brazos de susparientes martirizados por la angustia, Pantoja, que
desde hacía rato venía preparando un discurso, habló frente a los consternados peones.
—¿Lo han visto ? Pero esto no es nada todavía. Si en otra tuvieran la desgracia de sublevarse,
los hago matar a palos... El señor prefecto es mi amigo y puede mandar toda la tropa que yo
quiere...
Luego repuso, con inflexible acento de mando:
—Ahoratienen que trabajar la casa, ponerla en el estado en que estaba y pagarme todo lo que
allí se quemó... ¿Entienden?...
—Sí, tata; entendemos —sollozaron los siervos, siempre de rodillas.
Y se sometieron por el rigor, como las bestias; pero creció su odio hacia los blancos. El viejo
Choquehuanka lo dijo, frunciendo severamente la frente:
—Bien está. También las llamas andan cuando se las pega, perosaben patear. El camino de la
vida es largo y no todas las veces ha de haber tropas en la hacienda.
Volvieron los peones a sus faenas, aparentemente sometidos; pero muchos, después de sacar
sus cosechas en verde, abandonaron para siempre la hacienda, sin ánimo de someterse a lasexigencias del patrón. Pantoja, con pretexto de indemnizarse por los daños, reedificó la casa
incendiada, y al ladohizo construir una nueva, con materiales gratuitamente transportados por
los indios, más amplia que la antigua, por la abundancia de corralones, pesebres, depósitos y
aijeros, y la dotó de algunos muebles, muchos de los cuales, no siendo posible llevarlos a lomo
de bestia, fueron conducidos a pulso y en muchos días de viaje. Así pudo tener un pianito
ordinario, pero de regular aspecto; armarioscon espejos, catres de hierro y de madera, una
mesa enorme de comedor y otros muebles poco o nada conocidos en las haciendas del
altiplano, donde la dificultad de los transportes, generalmente invencible, y la miseria de los
hacendados, hacen que la vivienda en el yermo sea pobre e ingrata. Los campos abandonados
por los fugitivos se cosecharon para el patrón y luego se incorporaron al lotede la hacienda,
que de mil hectáreas cultivables se convirtió en casi el doble...
Todo, pues, recuperó su aspecto de costumbre. Sólo que ahora los peones dejaron de acudir a
la casa patronal cual si la hubiesen maldecido los brujos de la comarca (laikas), y si tenían que
pasar cerca, lo hacían de prisa, tratando de esconderse entre los montones de piedras
coronados de espinos, abundantes en...
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