Fragmentos Michael Irving

Ni bien comenzó a circular el rumor de que el dueño Jerry Jones estaba planeando deshacerse del entrenador en jefe Jimmy Johnson, la prensa vino a buscar declaraciones al vestidor de los Cowboys. Y el vestidor reaccionó con frases extremistas.
"Si corta a Jimmy, que me corte a mí", sentenció el corredor Emmitt Smith.
"Si hubiera sabido que algo así podía suceder, lo habría pensado mejor,antes de firmar una extensión de contrato", comentó el mariscal Troy Aikman.
Yo dije que no podía imaginarme a mí mismo jugando para otro entrenador, y lancé un bote de basura a las cámaras de televisión para graficar mi enojo.
Sin embargo, Jones no hizo caso a la pública oposición de sus jugadores, y siguió adelante con su plan de cambiar a Johnson por su viejo amigo Barry Switzer.
El 4 deabril de 1994, Switzer se paró frente a los jugadores de Dallas, dispuesto a pronunciar su discurso de asunción como nuevo entrenador en jefe. Y yo no escuché más allá de la primera oración.
Nada tenía contra él, pero sí contra lo que estaba pasando, y Switzer no eligió las mejores palabras para iniciar su presentación. "Conozco a Jerry desde hace mucho tiempo", expresó el entrenador, "y pienso quetodos le debemos mucho por lo que ha construido aquí. Sin Jerry, los Cowboys..."
"¡Al diablo con eso!", lo interrumpí. "Barry, ¿tienes idea de a cuánta gente ha defraudado Jerry? ¿Tienes alguna maldita remota idea?"
"Mike, déjame terminar", continuó Switzer. "Sólo dame una oportunidad de..."
Di media vuelta y me marché de allí.
Tal vez debí aclararle a Switzer que mi enfado no era por sullegada, sino por la salida de su antecesor; pero en ese momento estaba demasiado ofuscado como para mostrar gestos de empatía. Podría habérselo dicho después, cuando ya estaba más calmado, pero descubrí que en realidad no era necesario. A Switzer no le había afectado mi desplante. Tampoco le habían afectado las declaraciones previas, mías y de mis compañeros, en defensa de Johnson.
A Switzernada lo alteraba. Probablemente porque, en el fondo, nada le importaba.

APBosworth fue un dolor de cabeza para Switzer
Sólo alguien a quien nada le importaba, podía aceptar hacerse cargo de un equipo en el que cualquier resultado, que no fuera ganar el tercer Super Bowl en fila, sería considerado un fracaso.
Sólo alguien así podía aceptar el papel de sucesor del entrenador que había llevado aDallas, del sótano de la liga, a dos títulos consecutivos.
Switzer aceptó todo eso con la naturalidad de alguien que acepta una taza de café. Factores que habrían carcomido de dudas, nervios y ansiedad a otros entrenadores, no perturbaron a Switzer. Tampoco lo perturbó el hecho de que, por la decisión de darle a él las riendas del equipo, Jones fuera objeto de duras críticas.
Críticasextensamente fundamentadas.
Switzer había iniciado su carrera de entrenador como asistente en Arkansas, cuando Johnson y Jones jugaban con los Razorbacks. Los tres se conocían de esa época, pero sólo Jones y Switzer habían seguido cultivando su amistad tras aquellos años.
El siguiente destino de Switzer fue Oklahoma, donde al cabo de un par de temporadas ascendió al cargo de entrenador en jefe. Sulabor allí resultó magnífica: condujo a los Sooners a tres campeonatos nacionales. Pero su estilo relajado de mando lo llevó a perder el control del vestidor en los últimos años, y finalmente lo precipitó a una salida bochornosa, en medio de múltiples escándalos.
La punta del témpano asomó del agua cuando la NCAA le prohibió a Brian Bosworth, estelar apoyador de Oklahoma, jugar el Orange Bowl trasla temporada de 1986, por uso de esteroides. Para mayor polémica, el chico miró el partido desde las laterales de los Sooners, con una playera que rezaba: "National Communists Against Athletes (NCAA)".
Bosworth fue reclutado por Seattle en la primera ronda del draft suplementario de 1987; una de las peores decisiones de personal en la historia de los Seahawks. El jugador que había dicho "yo...