Francisca Embrujada
Francisca
la
Embrujada
San$ago
Fernández
del
Busto
Espinosa
No.
de
lista
7
7
de
enero
de
2013
Doña
Francisca
la
embrujada
(Sucedió
en
la
hoy
calle
de
Venus9ano
Carranza)
Que
nadie
ose
negar
la
existencia
de
poderes diabólicos
y
sobrenaturales,
que
se
sustentan
del
alma
y
cuerpo
humanos,
la
maldad
y
hechicería,
son
hijas
del
demonio
y
las
sombras
de
la
noche…
Si,
este
suceso
ocurrido
en
el
siglo
XVI,
aquí
en
nuestra
capital,
nos
habla
de
un
caso de
hechizo
diabólico
y
perverso;
se
que
algunos
de
los
lectores
dudarán
de
éstos
poderes,
sin
embargo,
sépase
que
en
México
y
en
otros
países,
aún
sigue
prac$cándose
la
hechicería.
Retrocedamos
al
año
1554,
a
plena
mitad
del
siglo
XVI y
veamos
en
una
visión
retrospec$va,
esta
casona
y
esta
calle
que
llamóse
de
la
Cadena;
gobernaba
en
ese
siglo
el
virrey
Don
Luis
de
Velasco
I,
y
ésta
casa
tenía
el
número
siete,
de
la
que
hoy
es
Venus$ano
Carranza.
Habitaba
la casa
en
cues$ón,
Doña
Felipa
Palomares
de
Heredia,
rica
viuda
de
uno
de
los
conquistadores,
de
quien
fuera
heredera;
pero
si
Felipa
había
heredado
nombre
y
fortuna
del
esposo,
también
habíale
quedado
un
hijo
joven
y
apuesto,
llamado
Domingo de
Heredia
y
Palomares,
criado
con
lujo
desmedido
y
cuidados
extremos,
érase
este
joven
Domingo
la
adoración
y
consuelo
de
la
madre,
y
llevada
de
su
amor
maternal,
lo
cuidaba
y
mimaba
con
exceso
y
siempre
le
recordaba
que
ya
estaba en
edad
casadera,
que
encontrara
a
una
chica
que
le
gustara,
que
tuviera
alcurnia
y
abolengo,
claro,
la
madre
tenía
que
aprobar
a
la
muchacha.
El
joven
deseaba
en
verdad
esposa
y
buscaba
con
ansias
entre
las
chicas
una
de
la Nueva
España;
solía
reunirse
con
otros
jóvenes
también
deseosos
de
casorio
y
escogían
así
a
las
mejores
muchachas.
Durante
varios
meses
buscó
a
la
chica
que
le
gustase
y
fuese
un
buen
par$do
del
agrado
de
la
madre,
sin
hallarla;
pero
al fin
cierta
tarde,
vio
acercarse
al
templo
a
una
hermosa
chiquilla,
cuyo
nombre
y
cuna
desconocía,
sin
embargo
era
de
una
belleza
virginal,
que
hizo
dar
vuelcos
al
corazón
del
joven
Domingo;
llena
de
mis$cismo
y
de
candor,
pasó
junto
al joven,
el
cuál
lanzó
un
hondo
suspiro.
Ella
entró
a
la
iglesia
y
mientras
oraba
con
fervor,
el
chico
la
miraba
cada
vez
más
cau$vado
por
esa
angelical
figura;
al
terminar
de
orar,
ella
se
acercó
a
la
pila
de
agua
bendita...
Regístrate para leer el documento completo.