Frankestein
Tomada de: Universidad y Sabiduría; Introducción a los estudios universitarios
Villagrasa, Jesús (2010)
El viento azotaba las gélidas montañas suizas, pero ellos no se percataban. En una pequeña cueva de hielo los dos se miraban uno al otro con odio, con aire desafiante, con cierta compasión. Uno de ellos se había doctorado en medicina en la universidad de Ingolstadt,Alemania. Había trabajado durante años para «crear» un ser humano con vida, para inmortalizar al hombre en este mundo. Se llamaba Viktor Frankenstein. Ahora estaba frente a su monstruo, un homínido fuerte, alto, horrendo, que le miraba desesperadamente, como si buscara en su hacedor el elixir de la vida. El monstruo le preguntó con ansiedad: «¿Quién soy yo?». Viktor fue sincero: «No lo sé».
En esta escena de la película El Frankenstein de Mary Shelly podemos encontrar un símbolo de nuestra condición humana. Nosotros, claro, somos seres humanos, no monstruos. Sin embargo, como el homínido de la novela, fuimos creados y aparecimos en este mundo sin escoger nuestra condición ni estado de vida. Si me preguntara yo a mí mismo: «¿quién soy yo?», ¿qué respondería?
Quizás repetiría dealgún modo la experiencia de la protagonista quinceañera de la novela El mundo de Sofía del escritor noruego Jostein Gaarder.
En cuanto hubo cerrado la puerta de la veda, Sofía abrió el sobre. Lo único que encontró fue una notita, tan pequeña como el sobre que la contenía. En la notita ponía: «¿Quién eres?» No ponía nada más. No traía ni saludos ni remitente, sólo esas dos palabras escritas amano con grandes interrogaciones. Volvió a mirar el sobre. […] Luego se dejó caer sobre una banqueta de la cocina con la misteriosa carta en la mano. ¿Quién eres?
En realidad no lo sabía. Era Sofía Amundsen, naturalmente, pero ¿quién era eso? Aún no lo había averiguado del todo. ¿Y si se hubiera llamado algo completamente distinto? Anne Knutsen, por ejemplo. ¿En ese caso, habría sido otra? Depronto se acordó de que su padre había querido que se llamara Synnove. Sofía intentaba imaginarse que extendía la mano presentándose como Synnove Amundsen, pero no, no servía. Todo el tiempo era otra chica la que se presentaba.
Se puso de pie de un salto y entró en el cuarto de baño con la extraña carta en la mano. Se colocó delante del espejo, y se miró fijamente a si misma.
– Soy Sofía Amundsen– dijo.
La chica del espejo no contestó ni con el más leve gesto. Hiciera lo que hiciera Sofía, la otra hacía exactamente lo mismo. Sofía intentaba anticiparse al espejo con un rapidísimo movimiento, pero la otra era igual de rápida.
– ¿Quién eres? – preguntó.
No obtuvo respuesta tampoco ahora, pero durante un breve instante llegó a dudar de si era ella o la del espejo la que había hecho lapregunta. Sofía apretó el dedo índice contra la nariz del espejo y dijo:
– Tú eres yo.
Al no recibir ninguna respuesta, dio la vuelta a la pregunta y dijo:
– Yo soy tú. […]
¿No resultaba extraño el no saber quién era? ¿No era también injusto no haber podido decidir su propio aspecto? Simplemente había surgido así como así. A lo mejor podría elegir a sus amigos, pero no se había elegido a simisma. Ni siquiera había elegido ser un ser humano.
¿Qué era un ser humano?
Sofía volvió a mirar a la chica del espejo.
Como Sofía y como el homínido de Frankenstein nos encontramos viajando en el tren de la vida sin saber por qué, pues nadie nos preguntó si queríamos vivir. Aquí estamos, lo queramos o no. Ahora, para realizarnos como personas y ser felices necesitamos averiguar quiénessomos y en qué consiste esta hermosa, dolorosa y misteriosa tarea de vivir. Nos acucian las eternas preguntas de la humanidad: ¿De dónde venimos y a dónde vamos? ¿Para qué viajamos? ¿Qué es el mundo? ¿Hay algo después de la muerte? ¿Quién es Dios, cómo se relaciona con nosotros y qué nos puede dar? ¿Cómo ser felices? ¿Cómo debemos vivir?... Éstas son las preguntas de la religión, de la filosofía y...
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