FRASE DE REFLEXION
Siento las peculiaridades de mi tierra, pero también amo con versátilingenuidad las de cualquier otra. Y, desde luego, detesto a los patriotas de oficio y beneficio, a los maniáticos unilaterales, a los profesionales de la glorificación delo “de casa”, a los que se pavonean ostentando un vino del terruño o el nombre célebre de uno de sus conciudadanos como si se tratara de una medalla ganada por virtudpropia. Sólo quien nada vale por sí mismo puede creer que hay mérito en haber nacido en determinado lugar o bajo determinada bandera.
Sí, es cierto. No puedo negarlo,¿para qué? Yo he defendido la peruanidad del pisco hasta ese delirio quijotesco que alguna vez me llevó a enfilar toda mi artillería verbal contra esos inmensos molinosde viento que creí ver, allá, más al sur de Tacna, donde la patria cambia de nombre: recuerdo que agoté más de una semana redactando un piélago de cartas, dirigidas acada uno de los directores y editores de los diarios chilenos, en donde los conminaba a aceptar públicamente y a primera página la peruanidad de nuestra bebida bandera.Eso no es todo: sólo la punta del iceberg. En más de una oportunidad, he sacado pecho al ver, en la zona VIP de los estantes librescos, el último libro de Vargas Llosa.“Es arequipeño”, he pensado rezumando un inocultable orgullo. “Será todo lo arequipeño que tú quieras, pero no es peruano, ahora es español”, me han aclarado muchasveces algunos compatriotas con un tono no exento de esa ojeriza que busca despojarme de un tirón de la cercanía que siento hacia mi paisano y a hacia su prolífica obra
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