Fray Perico y Su Borrico
Fray Perico y su borrico
Ilustraciones de Antonio Tello
Juan Muñoz Martín Fray Perico y su borrico
Diseño: Eva Mutter Ilustraciones: Antonio Tello Circulo de Lectores, S.A. Valencia, 344, 08009 Barcelona 5 7 9 6 9 0 2 8 6 Licencia editorial para Círculo de Lectores por cortesía de Ediciones SM. Está prohibida la venta de este libro a personas que no pertenezcan a Círculo de Lectores. © Juan Muñoz Martín, 1980 © Ediciones SM Depósito legal: B. 580‐1996 Fotocomposición: gama, .sl., Barcelona Impresión y encuadenación: Printer industria gráfica, s.a. N. II, Cuatro caminos s/n, 08620 Sant Vicenc dels Horts Barcelona, 1996. Impreso en España ISBN 84‐226‐5896‐8 N.º 24240 A
Edición digital Adrastea, Julio de 2006. Esto es una copia de seguridad de mi libro original en papel, para mi uso personal. Si llega a tus manos es en calidad de préstamo y deberás destruirlo una vez lo hayas leído, no pudiendo hacerse, en ningún caso, difusión ni uso comercial del mismo.
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1 ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ ∙ Esto eran veinte frailes...
Pues señor: esto eran veinte frailes que vivían en un convento muy antiguo, cerquita de Salamanca. Todos llevaban la cabeza pelada, todos llevaban una barba muy blanca, todos vestían un hábito remendado, todos iban en fila, uno detrás de otro, por los inmensos claustros. Si uno se paraba, todos se paraban; si uno tropezaba, todos tropezaban; si uno cantaba, todos cantaban. Daba gusto oírles trabajar. Uno serraba la madera, otro pelaba patatas, otro cortaba con las tijeras, otro golpeaba con el martillo, otro escribía con la pluma, otro limpiaba la chimenea, otro pintaba cuadros, otro abría la puerta, otro la cerraba. Kikirikí, cantaba el gallo: todos los frailes se levantaban, se estiraban un poquito y bajaban a rezar. Tan, tan, tocaba la campana fray Balandrán: los frailes corrían a comer o a cantar o a trabajar. Todos rezaban juntos, estudiaban juntos, abrían y cerraban la boca juntos. Fray Nicanor, el superior, era un fraile alto, seco y amarillo; tenía una larga nariz y unos brazos muy largos. De cuatro zancadas recorría el monasterio. Era muy bueno y tenía fama de sabio, aunque había otro más sabio que él, pues tenía en la cabeza metidos todos los libros de la biblioteca. Un millón poco más o menos. Le preguntabas los ríos de Asia y lo sabía; le preguntabas cuántas son ocho por siete y lo sabía. ¡Lo sabía todo!... Este fraile era fray Olegario, el bibliotecario, que tenía ciento y pico años. Estaba más arrugado que una pasa y más encorvado que el mango de su bastón. Tenía reuma y cuando llovía se le hacía más pequeña una pierna. Los frailes se pasaban todos los días rezando, leyendo libros muy gordos, durmiendo poco, trabajando mucho. Había una imagen de San Francisco en la iglesia, y los frailes le tenían mucha devoción. Fray Bautista, el organista, un fraile pequeñito y vivaracho como una ardilla, tocaba en el órgano las mejores cosas que sabía. Pero era un pesado. Había un fraile que se pasaba dando vueltas a la chocolatera todo el día. Hacía chocolate de almendras. Este era fray Cucufate, el del chocolate. Fray Pirulero, el cocinero, era regordete y colorado, como todos los cocineros, y tenía los pies anchos. Andaba de lado, como los patos, y tenía un gorro blanco en la cabeza. Pues déjate que fray Mamerto, el del huerto, ¡pasaba con cada brazada de zanahorias!... ¡Con lo que le gustaban a San Francisco las zanahorias! Pero del pobre San Francisco nadie se acordaba. Algunas veces le sacaban en ...
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