Freud
a asociaciones de juventud. El análisis no me condujo hasta el nombre buscado sino
después de un largo rodeo. El paciente me había manifestado su temor de perder la vista.
Esto hizo surgir en mí el recuerdo de un joven que se había quedado ciego a consecuencia
de un disparo, y a este recuerdo se agregó el deotro joven que se había suicidado de un tiro.Este último individuo se llamaba de igual modo que el primer paciente, aunque no tenía con él parentesco ninguno. Pero hasta después de haberme dado cuenta de que en aquellos días abrigaba el temor de que algo análogo a estos dos casos ocurriera a una persona de mi propia familia no me fue posible hallar el nombre buscado.
Así, pues, a través de mipensamiento circula una incesante corriente de
«autorreferencia» (Eigenbeziehung), de la cual no tengo noticia alguna generalmente, pero que se manifiesta en tales ocasiones de olvido de nombres. Parece como si hubiera algo que me obligase a comparar con mi propia persona todo lo que sobre personas ajenas oigo y como si mis complejos personales fueran puestos en movimiento al percatarse de laexistencia de otros. Esto no puede ser una cualidad individual mía, sino que, por el contrario, debe de constituir una muestra de la manera que todos tenemos de comprender lo que nos es ajeno. Tengo motivos para suponer que a otros individuos les sucede en esta cuestión lo mismo que a mí. El mejor ejemplo de esta clase me lo ha relatado, como una experiencia personal suya, un cierto señor Lederer. En elcurso de su viaje de novios encontró en Venecia a un caballero a quien conocía, aunque muy superficialmente, y tuvo que presentarle a su mujer. No recordando el nombre de dicho sujeto, salió del paso con un murmullo ininteligible. Mas al encontrarle por segunda vez y no pudiendo esquivarle, le llamó aparte y le rogó le
sacase del apuro diciéndole su nombre, que sentía mucho haber olvidado. Larespuesta del desconocido demostró que poseía un superior conocimiento de los hombres: «No me
extraña nada que no haya podido usted retener mi nombre. Me llamo igual que usted:
¡Lederer!»
No podemos reprimir una impresión ligeramente desagradable cuando encontramos
que un extraño lleva nuestro propio nombre. Yo sentí claramente esta impresión al
presentárseme un día en mi consulta un señor S.Freud. (De todos modos, hago constar aquí la afirmación de uno de mis críticos, que asegura comportarse en este punto de un modo opuesto al mío.)
6) El efecto de la referencia personal aparece también en el siguiente ejemplo,
comunicado por Jung.
«Un cierto señor Y. se enamoró, sin ser correspondido, de una señorita, la cual se
casó poco después con el señor X. A pesar de que el señor Y. conoceal señor X. hace ya
mucho tiempo y hasta tiene relaciones comerciales con él, olvida de continuo su nombre, y cuando quiere escribirle tiene que acudir a alguien que se lo recuerde.»
La motivación del olvido es, en este caso, más visible que en los anteriores, situados
bajo la constelación de la referencia personal. El olvido parece ser aquí la consecuencia
directa de la animosidad del señor Y.contra su feliz rival. No quiere saber nada de él
167) El motivo del olvido de un nombre puede ser también algo más sutil; puede ser, por decirlo así, un rencor «sublimado» contra su portador. La señorita I. von K. relata el siguiente caso: «Yo me he construido para mi uso particular la pequeña teoría siguiente: Los hombres que poseen aptitudes o talentos pictóricos no suelen comprender lamúsica, y al contrario. Hace algún tiempo hablaba sobre esta cuestión con una persona, y le dije: «Mi observación se ha demostrado siempre como cierta, excepto en un caso.» Pero al querer citar al individuo que constituía esta excepción no me fue posible recordar su nombre, no obstante saber que se trataba de uno de mis más íntimos conocidos. Pocos días después oí casualmente el nombre olvidado y lo...
Regístrate para leer el documento completo.