Frutos Del Espiritu Santo
Cuando unalma está llena de la savia divina del Espíritu de la caridad, el amor la arrebata y transforma por completo. Así ocurrió con Santa María Magdalena, la pecadora pública perdonada y restaurada al punto de encabezar la lista de las vírgenes invocadas en la Letanía de los Santos.
Tocada por un audaz sentimiento, no vaciló a la hora de comprar los mejores perfumes y, ajena al respeto humano, lanzarsea los pies de Jesús, lavárselos con sus lágrimas y enjugárselos con su cabello. Fue una manifestación de amor vehemente, exclusivo y —casi se diría— irreflexivo, al no medir esfuerzos ni calcular consecuencias. Bien se le puede aplicar las palabras de San Francisco de Sales: “La medida del amor es amar sin medida”. O las de San Pedro Julián Eymard: “¿Y qué es el amor sino una exageración?”
Sinembargo, nótese que la caridad no siempre va acompañada de consolaciones para el alma que la practica, pues siendo una virtud teologal reside en la voluntad, y no en el sentimiento. Así, “no se trata necesariamente de un amor sentido, sino de un amor intensamente querido; y aún más querido, en las almas fervorosas, cuando menos sensible fuese”.8
La verdadera prueba de la autenticidad de la caridades el hecho de que va acompañada de una completa repulsa al pecado, pues dice San Agustín: “Quedará demostrado que amas lo que es bueno si vieras en ti que odias lo que es malo” . 9
No podemos olvidar, finalmente, una importantísima prolongación de este fruto del Espíritu Santo, enseñado por el propio Cristo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 39). En el decir de San Agustín, “el amor alprójimo es como el principio del amor a Dios”.10 Y “no hay peldaño más seguro para subir al amor de Dios que la caridad del hombre para con los demás”.11
Alegría: Corolario del amor a Dios y al prójimo, es la alegría, “porque todo amante se goza en la unión del amado, y la caridad tiene siempre presente a Dios, a quien ama, según aquello de: ‘El que vive en caridad permanece en Dios y Dios enél' (1 Jn 4, 16). De ahí que la consecuencia de la caridad sea el gozo”.12
Lejos de confundirse con las alegrías pasajeras procedentes de frivolidades o de acciones prohibidas por la Ley de Dios, que enseguida se transforman en frustración, la alegría del Espíritu Santo es toda ella sobrenatural y penetra hasta el fondo del alma. Por eso puede decir San Pablo: “Esto me llena de consuelo y me da unainmensa alegría en medio de todas las tribulaciones” (2 Co 7, 4)
Paz: “Pero la perfección del gozo es la paz”, afirma el Doctor Angélico.13 Y esto, bajo dos aspectos: primero, “cuanto a la quietud que lleva consigo el cese de las perturbaciones exteriores; porque uno no puede gozar perfectamente del bien amado si en su fruición es perturbado por otras cosas”. 14 Y segundo, “en cuanto a la calmadel deseo fluctuante, pues no goza perfectamente de algo aquel a quien no le basta aquello de que goza”.15
No hay entonces absolutamente nada que pueda perturbar al alma que se abandona a la acción del Espíritu Santo, pues “tiene conciencia de estar en la posesión del único bien al que está apegada; sabe que posee a Dios; sabe que es amada por Él ‘hasta la locura', a pesar de su miseria y, a su vez,también ama a Dios sin medida”.16
¡Qué buscada es la paz en nuestros días y cómo parece que se escurre entre nuestras manos! En una existencia agitada y ruidosa, marcada a fondo por la violencia y por el pecado, todo concurre para arrancarnos la paz interior.
Qué actuales son las palabras de Jeremías: “Ellos curan a la ligera el quebranto de mi pueblo, diciendo: ‘¡Paz, paz!', pero no hay paz”...
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