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EROS Y TÁNATOS





Fitín





I
Esa tarde Bryan estaba mirando la agonía del día por la ventana de su oficina. El sol era grande y se dejaba ver de frente, tan naranja y encendido como débil a la vez. Las nubes eran ralas y rosáceas. Si los colores tuvieran sonido, ese cielo sería un apacible concierto de silencio en el verano de la ruidosa Lima. Un luto colorido: noexiste muerte más bella que la del sol ni mejor sepultura que la del Pacífico.
Despacito, despacito cae el sol cuando muere el día.
Sentía una inusual nostalgia al recordar pasajes de su vida, la cual no era sino un recuento de momentos dichosos. Había logrado concretar su sueño de convertirse en un gran empresario, hizo una fortuna vendiendo autos importados; su esposa, Elisa, era la mujer quehabía amado desde hace veinte años, nunca dejó de estar enamorado de ella, quien le había dado una hija que ahora tenía ocho primaveras, una adorable niña cuyo mayor mérito era haber heredado la sonrisa grande de su madre. La muerte de los padres de Bryan era la única mácula de amargura en su vida.
Estaba disfrutando del atardecer y de sus recuerdos cuando sintió que se oscureció todorepentinamente. Al instante, volvió a percibir los colores e intentó encontrar al sol con la vista, pero lo veía borroso, como si la niebla hubiera cubierto el paisaje o un velo delgadísimo estuviera en sus pupilas. La oscuridad volvió. Sentía húmedas sus sienes y un escalofrío invadió su cuerpo como un rayo helado. Cayó al piso.

II
Se conocieron en San Marcos. Elisa estudiaba Literatura en la Facultadde Letras y Ciencias Humanas; Bryan, Administración en la Facultad de Ciencias Administrativas. Ese día un amigo común cumplía años y lo celebraban en el famoso Sky, un barcito cerca de la universidad donde se reunían los alumnos a tomar un licor que costaba tres nuevos soles y que querían creer que era vino. El azar los sentó juntos ese día en el que se conocieron sin saber que estarían juntospara toda la vida o, mejor dicho, “hasta que la muerte los separe”, como rezaba la sentencia del cura que los casó.
Cuando Bryan la vio por primera vez se quedó impresionado. Le gustaba cada vez más mientras la noche pasaba y el alcohol subía. Ambos estaban completamente ebrios. Él aprovechó para llevarla a su casa, pues, vivían en el mismo edificio, en el complejo habitacional que está frente aSan Marcos. Eran vecinos y recién se conocían. No podemos saber qué habría pasado si se hubieran conocido antes, pero la fuerza del destino o del azar sabe lo que hace.
Durante el camino, iban riendo y cantando a gritos canciones de Fito Páez, el silencio de la noche era interrumpido por esos alaridos felices: “Me gusta estar al lado del camino, fumando el humo mientras todo pasa, abrir losojos y estar vivos, haber sobrevivido a otra resaca…”. Al momento de despedirse, volvió el silencio.
Él quedó encantado con su cabellera de colores; con su piel, que la hacía ver con la gracia y belleza de una diosa griega tallada en mármol rosado; sus ojos brillaban como estrellas lejanas, protagonistas de esa mirada hipnotizante, una mirada de serpiente; su sonrisa grande y verla embriagaba másque el vino. Se aceleraron las respiraciones, que se mezclaban cada vez más cerca y más tibias. Los ojos se cerraron; las manos de mármol acariciaron las mejillas de Bryan. Una mano de él se enredaba en los cabellos de arco iris. Se besaron lentamente. Él sintió todos los sabores en el alma, uno a uno… Despacito se besaron, despacito, como cuando cae el sol en la muerte del día.
Bryan recordóhasta sus últimos días aquellos tiempos en los que se encontraban para leer a los grandes genios de la literatura universal. Solían ir al jardín de la Facultad de Letras y, mientras gozaban de la lectura, vaciaban una botella de vino. Ella dominaba el francés y le encantaba recitar poemas en ese idioma: “Il est l'heure de s'enivrer! Pour n'être pas les esclaves martyrisés du Temps,
enivrez-vous;...