fuga de letras

LA COLINA DE LOS MUERTOS

__enía nue__e años cuando descubrí que las personas al morir sólo se mudan a otra colonia de la ciudad.
Aquella vez i__a de regreso a casa, muy bien sentado en el verdecamión de pasajeros llamado “perico” y que ya no existe, con mi mochila en las piernas, le__endo, como siempre, una __istorieta que me compraba con el dinero del almuer__o. De pronto, sin ningunara__ón aparente, perdí el interés en la historia y miré a travé__ de la ventana. __alanceándose lentamente en una mecedora, frente a una puerta abierta de una casa que jamás había visto, en una calle de un__arrio le__ano a nuestro barrio, estaba no un señor cualquiera sino el recién fa__ecido señor enojón.
El señor enojón había sido el dueño de la tienda de abarrotes de nuestra colonia, la tienda máspequeña que he visto en mi vida, a__í donde dos personas no ca__ían juntas y entonces había que hacer cola en la banqueta para realizar las compras. Inevitablemente era yo quien iba por los encargosde mi mamá a la tienda e, inevitablemente también, era a mí a quien le daba la tembladera apenas entrar. Lo de “señor enojón” no era un apodo sino una __erdadera definición. Ese hombre, de nari__enorme como ra__imo de granos y de orejas inmensas semejantes a un par de arañas blancas, siempre estaba a punto de e__plotar.
¿Qué quieres? preguntaba él con una vo__ cascada y solemne, y me dejaba caerencima sus enormes ojos bulbosos.
Me da… Por favor, me da… Me da, por favor… tartamudeé dos semanas atrás cuando me llegó mi turno, aunque afuera, mientras estu__e esperando en la cola, practiqué:“un cucurucho de chiles jalapeños, un cuarto de petróleo, die__ boli__os y un pan de chocolate, sal gorda, y los __igarros de mi papá”, repitiéndolo mentalmente __asta que me salió de corridito.
Te vasa decidir de una vez, ru__ió porque yo no atinaba a empe__ar el pedido, y, apoyando sus manos grandes y rojas en el cristal del mostrador, se echó ha__ia adelante haciendo que sus ojos se...