FUNCIONES DEL PODER LEGISLATIVO

Laicidad, libertad
de conciencia y
democracia en México
Félix Báez Jorge*

S

i alguna vez te encontraste con el ensayo de
José Revueltas México: una democracia bárbara y
lo leíste, habrás podido descubrir en él la manera
tan clara como describe los acuerdos secretos, la
corrupción, los trasfondos ideológicos, apetitos
de poder, en fin, el oportunismo característico del
sistemapolítico mexicano. Habrás visto, también,
cómo pone al descubierto los verdaderos cimientos
de la “democracia mexicana”, que no son sino “un
combinado juego de fuerzas y entidades que tiene
cada uno su propia órbita de acción y que, hasta
cierto punto, disponen de determinada autonomía”. Como en el juego de Juan Pirulero, dice Revueltas, cada quien atiende a sus intereses, aunque
todos colaboraránen un interés común: el poder
seguir haciendo política “a la mexicana”. Dentro de
este examen, el quehacer político de la jerarquía religiosa es también de particular interés. Pero, ¿por
qué? No hay que olvidar que las relaciones entre el
Estado mexicano y la Iglesia han sido escenario de
“convulsos momentos de nuestra historia” (basta
que le des una revisada a la Guerra Cristera) y, que
alo largo de todos ellos, ya sea que haya sido cómplice o adversario, la Iglesia nunca ha dejado de
tratar de convertirse en una fuerza hegemónica.
8 Litoral e

Como en el juego de Juan Pirulero, dice
Revueltas, cada quien atiende a sus
intereses, aunque todos colaborarán
en un interés común: el poder seguir
haciendo política “a la mexicana”.

Doctor en Historia Contemporánea por laUniversidad
del País Vasco, Miembro de la Academia Mexicana de
Ciencias, del Sistema Nacional de Investigadores (III)
y del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales
de la Universidad Veracruzana. El presente artículo es una adaptación para Litoral e, realizada por
Diana Aguirre Beltrán, del texto leído por el Dr. Félix
Báez Jorge en el foro internacional Los centenarios a
debate, durantela Feria Internacional del Libro Universitario de la Universidad Veracruzana.

Así, cuando hoy día hablamos de
Estado laico vale la pena tener en cuenta algunas consideraciones: primero,
que más que encontrar su base social
en las clases bajas y medias, hay que
entender que su estructura y orientación articulan y representan, en última
instancia, los intereses de la gran burguesíacomercial, financiera y terrateniente, que están relacionadas con el capital internacional. Después, que el tema de la laicidad es primordial en
México, pues, atendiendo a las sucesivas declaraciones de distintos jerarcas de la Iglesia, el interés
de ésta por sostenerse en la vida cotidiana de los
mexicanos e ir permeando cada vez más ámbitos
de ella –volviéndose de esta manera una ideología
única–es innegable. Sólo recordemos lo que Juan
Pablo II le dijo, en febrero de 2004, al embajador
mexicano: “no se debe ceder a las pretensiones de
quienes, amparándose en una errónea concepción
de la separación Iglesia-Estado y del carácter laico del Estado, intentan reducir la religión a la esfera meramente privada”, o cuando se insistió en
que había “que resistirse a las formas agresivas dellaicismo”, o, mejor aún, cuando el obispo de Ecate-

pec, Onésimo Cepeda, llamó al Estado
laico “una jalada”. En fin, por donde
sea que lo veamos, es innegable que
el comportamiento del Estado laico
es esencial para el desarrollo de la democracia.
Como recordarás, desde que las
Leyes de Reforma fueron promulgadas el
Estado se separó de la Iglesia y, a partir de ese momento, esta últimacentró su acción política en el
debate por el control de la sociedad, participando
activamente, incluso, en la formación del Partido
Católico Mexicano en 1911. Las directrices de esta
nueva estrategia hegemónica las puedes encontrar
en la doctrina del catolicismo social, difundida por
León XIII en su Encíclica Rerum Novarum.
En aquellos momentos, como ahora, la discusión sobre la educación...