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Páginas: 17 (4183 palabras)
Publicado: 6 de febrero de 2013
ALFAGUAR A HISPANICA
Silvia Avallone
De acero
Traducción de Carlos Gumpert
Primera parte
Amigas del alma
1.
En el círculo desenfocado de la lente la figura, sin cabeza, apenas se movía. Un jirón de piel en primer plano, a contraluz. Aquel cuerpo había cambiado de un año para otro, despacio, debajo de la ropa. Y ahora en losprismáticos, en ve rano, explotaba. El ojo, desde lejos, mordisqueaba los detalles: el lazo de la parte de abajo del bikini, un filamento de alga en un cos tado. Los músculos tensos encima de la rodilla, la curva de la pantorrilla, el tobillo manchado de arena. El ojo se agrandaba y enrojecía a fuerza de excavar en la lente. El cuerpo adolescente salió de un salto del campo visual y se arrojó al agua. Uninstante después, reajustado el objetivo, calibrado el foco, reapareció dotado de una espléndida melena rubia. Y una carcajada tan violenta que incluso desde aquella distancia, aun que fuera sólo mirándola, te sacudía. Era como meterse de ver dad entre esos dientes blancos. Y los hoyuelos de las mejillas, y el hueco entre los omoplatos, y el del ombligo, y todo lo demás. Ella estaba jugandocomo cualquiera a su edad, sin sos pechar que estaba siendo observada. Abría la boca. ¿Qué estará diciendo? ¿Y a quién? Se zambullía al encuentro de una ola, volvía a salir del agua con el triángulo del sujetador descoloca do. Una picadura de mosquito en el hombro. La pupila del hombre se contraía, se dilataba como bajo los efectos de algún estupefaciente. Enrico miraba a su hija, era más fuerteque él. Espiaba a Francesca desde el balcón, después de comer, cuando no es taba de turno en la planta siderúrgica Lucchini. La seguía, la
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estudiaba a través de las lentes de los prismáticos de pesca. Francesca chapoteaba en la orilla con su amiga Anna, se perse guían, se tocaban, se tiraban del pelo, y él ahí arriba, clavado con el cigarro en la mano, sudando. Él, gigantesco, con la camiseta empapada, con el ojo muy abierto, atareado bajo ese calor de locos. La vigilaba, o eso era lo que decía, desde que empezó a ir a la playa con ciertos chicos mayores, ciertos elementos que no le inspiraban confianza alguna. Que fumaban, que seguro que hasta se hacían porros. Y cuando le hablaba a su mujer de esos inadap tados con los que estaba su hija, gritaba como un poseso. ¡Se hacenporros, se chutan cocaína, trafican con pastillas, se quieren follar a mi hija! Esto último no lo decía explícitamente. Daba un puñeta zo a la mesa o a la pared. Pero quizá hubiera adquirido la costumbre de espiar a Francesca antes: desde que el cuerpo de su niña parecía haberse descamado y había ido adquiriendo gradualmente una piel y un olor precisos, nuevos, tal vez, primitivos. Se había sacadode la manga, la pequeña Francesca, un culo y un par de tetas irreve rentes. Los huesos de la pelvis se le habían arqueado, formando un tobogán entre el busto y el abdomen. Y él era su padre. En aquel momento observaba a su hija agitarse dentro de los prismáticos, lanzarse con todas sus fuerzas hacia delante para atrapar una pelota. Su pelo, empapado, se le adhería a la espalda y a los costados, atoda la extensión de su piel taracea da de sal. Los adolescentes jugaban a voleibol en círculo, alrede dor de ella. Francesca, esbelta y en movimiento, en un único clamor de gritos y salpicaduras donde el agua era más baja. Pero Enrico no atendía al juego. Enrico estaba pensando en el bañador de su hija: Dios mío, si se le ve todo. Bañadores como ésos debe rían estar prohibidos. Y si uno solode esos jodidos bastardos se atreve a tocarla, me bajo a la playa con un garrote. —Pero ¿qué estás haciendo? Enrico se volvió hacia su mujer, que estaba observándolo de pie, en el centro de la cocina, con una expresión mortificada.
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Porque Rosa se mortificaba, se resecaba, viendo a su marido a las tres de la tarde con los prismáticos en la mano. —Vigilo a mi hija, si no te importa....
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