Gabriel

Páginas: 513 (128088 palabras) Publicado: 13 de abril de 2015
Prólogo
Florencia, 1290
El poeta soltó la nota con mano temblorosa. Permaneció sentado en silencio durante varios minutos, quieto como una estatua. De repente, apretó los dientes y se levantó. Recorrió la casa de arriba abajo, ignorando los muebles y los objetos frágiles que se interponían en su camino; sin hacer caso a los otros habitantes de la casa.
Sólo había una persona a la que desearaver.
Recorrió las calles de la ciudad rápidamente, casi a la carrera, hasta llegar al río. Se asomó al puente, su puente, y escrutó las orillas esperando encontrar algún rastro de su amada.
Pero no estaba en ninguna parte.
No iba a volver.
Su amada Beatriz se había ido.

El profesor Gabriel Emerson estaba sentado en la cama, desnudo, leyendo La Nazione, el periódico de Florencia. Se había despertadotemprano en la suite del ático del Palazzo Vecchio del Gallery Hotel Art y había pedido desayuno al servicio de habitaciones, pero no había podido resistir la tentación de volver a la cama para ver dormir a la joven que estaba en ella.
Estaba tumbada de lado, de cara a él, y respiraba suavemente. El diamante que le adornaba la oreja brillaba casi tanto como sus mejillas, sonrosadas por el calorde la estancia, bañada por la luz del sol que entraba por los altos ventanales.
Las sábanas estaban deliciosamente revueltas y olían a sándalo y a sexo. Los ojos de Gabriel se iluminaron mientras recorrían sin prisa la piel desnuda y el cabello de Julia. Cuando volvió a la lectura del periódico, ella se movió y gimió. Preocupado, dejó el diario a un lado.
Julia se llevó las rodillas al pecho y selas abrazó, enroscándose. Murmuraba algo que él no logró descifrar a pesar de inclinarse hacia ella.
Tensándose de repente, Julia soltó un grito desgarrador y los brazos se le enredaron con las sábanas, lo que la alteró aún más.
—¿Julianne? —Gabriel le apoyó la mano en el hombro, pero ella se encogió ante su contacto.
Luego empezó a murmurar su nombre, cada vez más asustada.
—Julia, estoy aquí—dijo él, levantando la voz.
Cuando iba a volver a tocarla, ella se sentó en la cama de un brinco, tratando de recobrar el aliento.
—¿Estás bien?
Gabriel se acercó a ella, resistiendo el impulso de tocarla. Julia respiraba entrecortadamente. Al ver que la estaba observando, se cubrió la cara con la mano.
—¿Julia?
Tras un tenso minuto, ella lo miró con los ojos muy abiertos.
—¿Qué ha pasado? —preguntóGabriel, frunciendo el cejo.
Julia tragó saliva con dificultad.
—Una pesadilla.
—¿Sobre qué?
—Estaba en el bosque, detrás de la casa de tus padres, en Selinsgrove.
Las cejas de Gabriel se unieron, formando una línea detrás de las gafas negras.
—¿Y por qué soñabas con eso?
Ella inspiró hondo y se cubrió con la sábana hasta la barbilla. La tela, blanca y tupida, se tragó su menuda figura antes deextenderse como una nube por toda la cama. A Gabriel le recordó a una estatua ateniense.
Acariciándole la mejilla con los dedos, insistió:
—Julianne, háblame.
Ella se removió bajo su penetrante mirada azul, pero Gabriel no se dejó conmover.
—El sueño empezaba muy bien. Hacíamos el amor bajo las estrellas y me dormía entre tus brazos. Pero cuando me despertaba, te habías ido.
—¿Has soñado que te hacíael amor y te abandonaba? —preguntó él, tratando de ocultar su incomodidad.
—Una vez me desperté en el huerto sin ti —le reprochó ella suavemente.
El fuego que ardía en las entrañas de Gabriel se apagó bruscamente. Pensó en aquella mágica noche, seis años atrás, cuando acababan de conocerse. Habían hablado y se habían abrazado. Al despertarse a la mañana siguiente, él había ido a dar un paseo,dejando a una Julia adolescente durmiendo sola. La ansiedad de ella era comprensible, y muy lamentable.
Le soltó los dedos con que apretaba la sábana con fuerza y se los besó uno por uno, arrepentido.
—Te quiero, Beatriz, y no voy a abandonarte. Lo sabes, ¿verdad?
—Si me dejaras ahora, me dolería mucho más.
Gabriel le rodeó los hombros con el brazo, acercándola a su pecho. Infinidad de recuerdos...
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